Techo de cristal: barreras al desarrollo profesional femenino
Si hacemos un breve recorrido por los grandes políticos o por los altos directivos que gestionan las empresas de mayor renombre, tanto a nivel nacional como mundial, nos encontramos con que estos puestos son ocupados en su gran mayoría por hombres. En los últimos días hemos oído una noticia que refleja una realidad donde las mujeres todavía tenemos un largo camino por recorrer. Se trata del relevo de Mª Teresa Fernández de la Vega, ex Vicepresidenta Primera del Gobierno, que gracias a su trabajo y lucha constante se ha convertido en la primera mujer en la historia de España en presidir un Consejo de Ministros. En pleno sigo XXI, una mujer ha llegado a destacar en un ámbito donde predomina el sexo masculino.
El anterior Ministerio de Igualdad puso en marcha un proyecto para impulsar el acceso de las mujeres directivas a los órganos ejecutivos de las empresas, con el objetivo de promover una presencia equilibrada de las mujeres en los Consejos de Administración. Según un estudio, esta representación femenina pasa de un 29% en 2008 a un 31% en 2010, apreciándose diferencias según el tipo de empresa y el sector en el que opera.
Este incremento todavía sigue siendo escaso si tenemos en cuenta que las mujeres actualmente están sobradamente cualificadas para ocupar puestos de ese calibre, al igual que lo hacen los hombres. Así, nos encontramos con que el sector femenino tiene que hacer frente a un techo de cristal para poder desarrollar plenamente su carrera profesional.
En términos generales, el hombre y la mujer tienen las mismas oportunidades de desempeñar un determinado trabajo, aunque con diferencias en el salario. Pero a medida que vamos subiendo en el escalafón de los organigramas, las mujeres van desapareciendo debido a una serie de supuestos obstáculos en la cultura empresarial de muchas compañías. El techo de cristal que impide a las mujeres alcanzar puestos de alta dirección no se materializa en ninguna ley ni código, sino que está latente en el modus operandi de las empresas.
Todavía hoy, las estructuras jerárquicas de las empresas siguen basándose en reglas masculinas y el prototipo de empleado ideal sigue siendo un varón. Los estereotipos que han acompañado a la mujer durante toda la historia la sitúan en una posición de desventaja al estar considerada como carente de autoridad y de mando. Una situación que se agrava al intentar conciliar vida personal y laboral, ya que la filosofía empresarial que predomina es la que defiende que para alcanzar el éxito profesional es necesario renunciar a la vida personal.
En el caso de la mujer, los niveles de esfuerzo, exigencia y superación son mucho mayores en comparación con lo exigido al hombre. Las mujeres tienen que estar constantemente demostrando que valen para desempeñar un determinado puesto, que tienen las capacidades adecuadas o incluso tienen que hacer uso de su lado más fuerte para equipararse en algunas ocasiones con sus compañeros varones.
La personalidad más afectiva, cercana y cálida que caracteriza a la mujer también se convierte en una barrera para llegar alto en una empresa porque entra en contraposición con los valores que predominan en las organizaciones y que enlazan con el mundo masculino (distancia afectiva, indiferencia, independencia, frialdad, etc.).
Sin embargo, este techo de cristal no es tan predominante en las pequeñas empresas donde se valora más la cercanía, las relaciones entre compañeros, crear un buen ambiente de trabajo y donde hay una mayor flexibilidad de horarios para compatibilizar vida personal y laboral. De igual modo, muchas mujeres que han topado con los obstáculos descritos anteriormente, han optado por crear su propia empresa y diseñar una cultura acorde con los valores femeninos.
Parte de la culpa de estas desigualdades está en la educación que recibimos en los primeros años de la infancia donde el machismo sigue estando latente en los valores inculcados. Por ello, es fundamental educar en la igualdad de oportunidades, el reparto de tareas, la eliminación de diferencias entre sexos, etc.
Por parte de las empresas, ofrecer programas de conciliación laboral y familiar con horarios flexibles, trabajo de media jornada o la posibilidad de trabajar desde casa, sería un punto clave para una mayor inserción de la mujer en el ámbito laboral. Además, cambiar las políticas de los procesos de promoción centrándose en la experiencia, valía y aptitudes del candidato, independientemente de su sexo.
En definitiva, todas aquellas acciones y cambios posibles para eliminar obstáculos y trabas que impiden a la mujer tener presencia en cualquier ámbito.
Un techo de cristal difícil de romper
El anterior Ministerio de Igualdad puso en marcha un proyecto para impulsar el acceso de las mujeres directivas a los órganos ejecutivos de las empresas, con el objetivo de promover una presencia equilibrada de las mujeres en los Consejos de Administración. Según un estudio, esta representación femenina pasa de un 29% en 2008 a un 31% en 2010, apreciándose diferencias según el tipo de empresa y el sector en el que opera.
Este incremento todavía sigue siendo escaso si tenemos en cuenta que las mujeres actualmente están sobradamente cualificadas para ocupar puestos de ese calibre, al igual que lo hacen los hombres. Así, nos encontramos con que el sector femenino tiene que hacer frente a un techo de cristal para poder desarrollar plenamente su carrera profesional.
En términos generales, el hombre y la mujer tienen las mismas oportunidades de desempeñar un determinado trabajo, aunque con diferencias en el salario. Pero a medida que vamos subiendo en el escalafón de los organigramas, las mujeres van desapareciendo debido a una serie de supuestos obstáculos en la cultura empresarial de muchas compañías. El techo de cristal que impide a las mujeres alcanzar puestos de alta dirección no se materializa en ninguna ley ni código, sino que está latente en el modus operandi de las empresas.
Obstáculos que paralizan las carreras profesionales
Todavía hoy, las estructuras jerárquicas de las empresas siguen basándose en reglas masculinas y el prototipo de empleado ideal sigue siendo un varón. Los estereotipos que han acompañado a la mujer durante toda la historia la sitúan en una posición de desventaja al estar considerada como carente de autoridad y de mando. Una situación que se agrava al intentar conciliar vida personal y laboral, ya que la filosofía empresarial que predomina es la que defiende que para alcanzar el éxito profesional es necesario renunciar a la vida personal.
En el caso de la mujer, los niveles de esfuerzo, exigencia y superación son mucho mayores en comparación con lo exigido al hombre. Las mujeres tienen que estar constantemente demostrando que valen para desempeñar un determinado puesto, que tienen las capacidades adecuadas o incluso tienen que hacer uso de su lado más fuerte para equipararse en algunas ocasiones con sus compañeros varones.
La personalidad más afectiva, cercana y cálida que caracteriza a la mujer también se convierte en una barrera para llegar alto en una empresa porque entra en contraposición con los valores que predominan en las organizaciones y que enlazan con el mundo masculino (distancia afectiva, indiferencia, independencia, frialdad, etc.).
Sin embargo, este techo de cristal no es tan predominante en las pequeñas empresas donde se valora más la cercanía, las relaciones entre compañeros, crear un buen ambiente de trabajo y donde hay una mayor flexibilidad de horarios para compatibilizar vida personal y laboral. De igual modo, muchas mujeres que han topado con los obstáculos descritos anteriormente, han optado por crear su propia empresa y diseñar una cultura acorde con los valores femeninos.
Hacia la igualdad
Parte de la culpa de estas desigualdades está en la educación que recibimos en los primeros años de la infancia donde el machismo sigue estando latente en los valores inculcados. Por ello, es fundamental educar en la igualdad de oportunidades, el reparto de tareas, la eliminación de diferencias entre sexos, etc.
Por parte de las empresas, ofrecer programas de conciliación laboral y familiar con horarios flexibles, trabajo de media jornada o la posibilidad de trabajar desde casa, sería un punto clave para una mayor inserción de la mujer en el ámbito laboral. Además, cambiar las políticas de los procesos de promoción centrándose en la experiencia, valía y aptitudes del candidato, independientemente de su sexo.
En definitiva, todas aquellas acciones y cambios posibles para eliminar obstáculos y trabas que impiden a la mujer tener presencia en cualquier ámbito.
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