¿Qué tiene de bueno la crisis económica?
¿Qué hacemos? ¿Buscamos un segundo trabajo? ¿Cambiamos a uno mejor remunerado? ¿Reducimos gastos?... Además de naturales, las crisis económicas podrían representar un alto en el desaforado camino del consumismo que a nivel doméstico hemos visto crecer en las últimas décadas. Si lo analizamos de esta manera, a sus innegables efectos negativos, podríamos agradecerle una lectura positiva de nuestros gastos y hábitos de vida.
Es cierto que más de una hemos sentido el vértigo económico y social que representa encontrarse al borde del abismo financiero, ese que descubrimos cuando nuestras cuentas están en números rojos y llegamos a la conclusión de que ni la magia de Harry Potter nos proporcionaría un fin de mes tranquilo. Varias podrían ser las soluciones teóricas, pero en la práctica no siempre disponemos del tiempo necesario para otro empleo sin afectar el espacio mínimo imprescindible que precisamos para atendernos nosotras mismas y a la familia (educación, salud, seguridad, etc.), como tampoco habrá muchas opciones laborables disponibles debido a que la contracción en este mercado es una de las primeras consecuencias de las crisis económicas.
Es entonces cuando llegamos a la certeza de que la solución del problema pasa por reducir los gastos aplicando, en primer lugar, el principio al que acuden muchas empresas: disminuir el alto valor agregado de ciertos artículos que consumimos y los intereses que pagamos por financiar su compra. ¿Cómo? Haciéndolos nosotras mismas o prescindiendo de ellos.
Claro está que no se trata ahora de aprender a hornear pan o a hacer zapatos pues indiscutiblemente existen oficios irreemplazables, pero sí sabemos de la vasta capacidad creativa de la mujer que se pone a prueba en tiempos como estos y que frecuentemente se vierten en la cocina, la salud y belleza femenina, el vestuario, la decoración de la casa y, por qué no, también la reorganización de las empresas... Es a ese arte de reconvertir, reutilizar y renovar al que debemos acudir cuando de economizar gastos se trata. Una vez persuadidas de que es preciso despertar la creatividad, podemos pasar al segundo paso que es identificar las zonas erróneas de consumo para luego hacer las correcciones correspondientes.
Las fuentes de despilfarro muchas veces están ocultas tras el consumo de energía en el hogar, ya sea en el sistema de iluminación, de cocción, de climatización o en el uso en general de equipos electrodomésticos. ¿Te has dado cuenta de que últimamente la especie humana se ha encargado de electrificar cuanto aparato ha encontrado y que en realidad podríamos prescindir de muchos de ellos sin que los extrañemos más de la cuenta?
Una tercera propuesta podría estar en revaluar el presupuesto que precisamos para respirar tranquila a fin de mes. Si en lugar de asustarnos con la cifra total, la dividimos en los 30 días que integran el período, quizás podamos ver, con mayor claridad, que es posible el ahorro que precisamos. Este método permite cambiar la percepción psicológica de un fenómeno gracias al viejo consejo de: dividir un problema en partes ayuda a enfrentarlo. No es lo mismo decir que nos faltan 300 monedas para completar el mes, que buscar la manera de ahorrar al menos 10 monedas diariamente.
Es cierto que más de una hemos sentido el vértigo económico y social que representa encontrarse al borde del abismo financiero, ese que descubrimos cuando nuestras cuentas están en números rojos y llegamos a la conclusión de que ni la magia de Harry Potter nos proporcionaría un fin de mes tranquilo. Varias podrían ser las soluciones teóricas, pero en la práctica no siempre disponemos del tiempo necesario para otro empleo sin afectar el espacio mínimo imprescindible que precisamos para atendernos nosotras mismas y a la familia (educación, salud, seguridad, etc.), como tampoco habrá muchas opciones laborables disponibles debido a que la contracción en este mercado es una de las primeras consecuencias de las crisis económicas.
Es entonces cuando llegamos a la certeza de que la solución del problema pasa por reducir los gastos aplicando, en primer lugar, el principio al que acuden muchas empresas: disminuir el alto valor agregado de ciertos artículos que consumimos y los intereses que pagamos por financiar su compra. ¿Cómo? Haciéndolos nosotras mismas o prescindiendo de ellos.
Saca partido a tu creatividad
Claro está que no se trata ahora de aprender a hornear pan o a hacer zapatos pues indiscutiblemente existen oficios irreemplazables, pero sí sabemos de la vasta capacidad creativa de la mujer que se pone a prueba en tiempos como estos y que frecuentemente se vierten en la cocina, la salud y belleza femenina, el vestuario, la decoración de la casa y, por qué no, también la reorganización de las empresas... Es a ese arte de reconvertir, reutilizar y renovar al que debemos acudir cuando de economizar gastos se trata. Una vez persuadidas de que es preciso despertar la creatividad, podemos pasar al segundo paso que es identificar las zonas erróneas de consumo para luego hacer las correcciones correspondientes.
Las fuentes de despilfarro muchas veces están ocultas tras el consumo de energía en el hogar, ya sea en el sistema de iluminación, de cocción, de climatización o en el uso en general de equipos electrodomésticos. ¿Te has dado cuenta de que últimamente la especie humana se ha encargado de electrificar cuanto aparato ha encontrado y que en realidad podríamos prescindir de muchos de ellos sin que los extrañemos más de la cuenta?
Una tercera propuesta podría estar en revaluar el presupuesto que precisamos para respirar tranquila a fin de mes. Si en lugar de asustarnos con la cifra total, la dividimos en los 30 días que integran el período, quizás podamos ver, con mayor claridad, que es posible el ahorro que precisamos. Este método permite cambiar la percepción psicológica de un fenómeno gracias al viejo consejo de: dividir un problema en partes ayuda a enfrentarlo. No es lo mismo decir que nos faltan 300 monedas para completar el mes, que buscar la manera de ahorrar al menos 10 monedas diariamente.
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