El concepto de 'slow down' nos ayuda a vivir más despacio
7:00 a.m. suena el despertador. 8:00 a.m. llevar los niños a la guardería. 8:30 a.m. reunión con el jefe. 10:00 a.m. entrega del proyecto al cliente. 11:30 a.m. reunión con los japoneses... Es hora de que pares un momento, te mires ante el espejo y reflexiones sobre tu vida. ¿Hacia dónde estoy caminando?, ¿tiene sentido llevar una vida tan ajetreada?, ¿desde cuándo no te regalas una tarde para hacer lo que más te gusta?
El aquí y ahora, la inmediatez, las prisas, la competitividad o el beneficio máximo, son algunas características de la cardíaca sociedad en la que vivimos y donde nunca tenemos tiempo para nada. Es hora de darle otro enfoque a nuestra filosofía de vida, retomar los valores que nos hacen sentir bien, la compañía de nuestra familia, amigos o conocidos, tiempo para mí y para los demás, en definitiva, vivir hoy sin planificar lo que pasará mañana.
Algunas empresas internacionales y muchas personas se han apuntado a vivir bajo el concepto de 'slow down', una filosofía que se basa en las cosas bien hechas pero despacio, atendiendo a todos los detalles y dejando a un lado la tensión y el estrés, que tantos problemas psicológicos y físicos está causando a la población actual. Esta actitud, lejos de lo que pueda parecer, favorece una mayor calidad de vida y aumenta la productividad, la calidad y la perfección del trabajo realizado.
La cultura del 'slow down' nació en Roma en el año 1986 como una reivindicación contra la apertura de un restaurante de comida rápida en la Plaza de España. La base de esta revuelta era una total oposición al Fast life, a la prisa, al hacerlo ya, al primero yo, y todo lo que ello conlleva en el ámbito personal, económico, político, medioambiental y social.
Esta filosofía fue pasando a todos los ámbitos de la vida diaria y desde entonces, han sido muchos los seguidores de este movimiento, pero todavía queda mucho camino por recorrer. El día a día sigue estando dominado por el individualismo, el egoísmo y la ambición de poder. La obsesión por el tiempo es la que rige la rutina y la que ahoga las buenas ideas, nos obliga a vivir cada día sin apenas darnos cuenta del presente, pensando en el futuro y deseando que llegue un tiempo mejor.
En el plano laboral, la teoría del 'slow down' apuesta por crear un entorno menos represivo, fomentando la colaboración y el trabajo en equipo, apostando por hacer lo que se sabe hacer y lo que gusta. En realidad, ésta sería la mejor opción para conseguir ser más eficientes, al tiempo que se lograría una mayor motivación e implicación de los empleados en la cultura corporativa.
Adoptar una actitud activa, actuando al ritmo adecuado y teniendo siempre presente que lo importante es trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Al aplicar esta máxima sentiremos la satisfacción del trabajo bien hecho, y lo que es más importante, la satisfacción de tener tiempo para nosotros y para los nuestros. En definitiva, vivir de tal forma que cuando pasen los años no tengamos la sensación de haber malgastado nuestro tiempo.
El aquí y ahora, la inmediatez, las prisas, la competitividad o el beneficio máximo, son algunas características de la cardíaca sociedad en la que vivimos y donde nunca tenemos tiempo para nada. Es hora de darle otro enfoque a nuestra filosofía de vida, retomar los valores que nos hacen sentir bien, la compañía de nuestra familia, amigos o conocidos, tiempo para mí y para los demás, en definitiva, vivir hoy sin planificar lo que pasará mañana.
Algunas empresas internacionales y muchas personas se han apuntado a vivir bajo el concepto de 'slow down', una filosofía que se basa en las cosas bien hechas pero despacio, atendiendo a todos los detalles y dejando a un lado la tensión y el estrés, que tantos problemas psicológicos y físicos está causando a la población actual. Esta actitud, lejos de lo que pueda parecer, favorece una mayor calidad de vida y aumenta la productividad, la calidad y la perfección del trabajo realizado.
Slow down vs. Fast life
La cultura del 'slow down' nació en Roma en el año 1986 como una reivindicación contra la apertura de un restaurante de comida rápida en la Plaza de España. La base de esta revuelta era una total oposición al Fast life, a la prisa, al hacerlo ya, al primero yo, y todo lo que ello conlleva en el ámbito personal, económico, político, medioambiental y social.
Esta filosofía fue pasando a todos los ámbitos de la vida diaria y desde entonces, han sido muchos los seguidores de este movimiento, pero todavía queda mucho camino por recorrer. El día a día sigue estando dominado por el individualismo, el egoísmo y la ambición de poder. La obsesión por el tiempo es la que rige la rutina y la que ahoga las buenas ideas, nos obliga a vivir cada día sin apenas darnos cuenta del presente, pensando en el futuro y deseando que llegue un tiempo mejor.
En el plano laboral, la teoría del 'slow down' apuesta por crear un entorno menos represivo, fomentando la colaboración y el trabajo en equipo, apostando por hacer lo que se sabe hacer y lo que gusta. En realidad, ésta sería la mejor opción para conseguir ser más eficientes, al tiempo que se lograría una mayor motivación e implicación de los empleados en la cultura corporativa.
Adoptar una actitud activa, actuando al ritmo adecuado y teniendo siempre presente que lo importante es trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Al aplicar esta máxima sentiremos la satisfacción del trabajo bien hecho, y lo que es más importante, la satisfacción de tener tiempo para nosotros y para los nuestros. En definitiva, vivir de tal forma que cuando pasen los años no tengamos la sensación de haber malgastado nuestro tiempo.
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