La importancia (y necesidad) de ser compasiva contigo misma: cómo hacerlo
7 consejos útiles para empezar a practicar la autocompasión
- Autocompasión: ¿qué significa exactamente?
- Cómo ser compasiva contigo misma
- El poder de la autocompasión: encuentra tu propio camino
Relacionamos la compasión con el perdón, con el alivio del dolor ajeno, con la pena… Pero, ¿realmente es solo esto o hay algo más? ¿Qué ocurre con la autocompasión? ¿Somos capaces de ser compasivas con nosotras mismas como lo somos con los demás?
Somos compasivas cuando escuchamos nuestras necesidades y cuando las atendemos. Cuando estamos tristes, no nos apetece ir a cenar y nos quedamos en casa acogiendo nuestro dolor. Cuando nos perdonamos, cuando aceptamos nuestros errores y no nos fustigamos con ellos. Y, sobre todo, cuando nos miramos y nos tratamos desde el amor incondicional y no como si fuéramos un juez que evalúa lo que hacemos bien o lo que hacemos mal.
En este artículo de Diario Femenino hablamos de qué implica ser compasiva más allá del otro y de “cómo ser compasiva conmigo misma”.
Autocompasión: ¿qué significa exactamente?
¿Qué es la compasión? ¿Qué significa ser compasivo? La RAE (Real Academia Española) define la compasión como un ‘sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo’. Podemos ser compasivas con los demás y también con nosotras mismas.
Pero, ¿qué implica serlo con nosotras mismas? ¿Se trata de aliviarnos el dolor o va más allá de ello? Cuando somos compasivas con nosotras mismas, no se trata tanto de creer que somos lo más importante del mundo, sino, más bien, que nosotras importamos, al igual que los demás.
Ser compasiva implica atender nuestras necesidades sin olvidarnos de los efectos que nuestras conductas tienen en la vida de los demás, es decir, siendo conscientes de que podemos atender nuestras necesidades sin pasar por encima del otro.
Es abrir la puerta hacia el amor propio, entendiendo este como un camino a transitar, y no tanto como una meta a conseguir. La compasión se dirige hacia una misma y hacia los demás; implica conectar con mi propio dolor, darle espacio y permitirse sentirlo.
No implica ser la víctima de nuestra propia vida, sino la responsable de ella y la que, a su vez, merece ser tratada con amor. Implica aceptar que somos humanas, que nos equivocamos, y desde ahí, desde esa vulnerabilidad, perdonarnos, escucharnos y amarnos.
En definitiva: ser compasiva es darte permiso para sentir, acogerte en tus momentos de más vulnerabilidad y, sobre todo, tratar de traer la felicidad a tu propia vida, aunque a veces no sepas cómo hacerlo.
Cómo ser compasiva contigo misma
¿Cómo ser compasiva conmigo misma? ¿Qué estrategias pueden ser útiles? Os dejamos 7 ideas clave que os pueden ayudar.
1 Date permiso para sentir
El primer paso para ser compasiva contigo misma, y por el que pasan siempre todos los demás, será darte permiso para sentir. Y esto implica sentir emociones agradables y también desagradables. Darle espacio a ambas y sobre todo, no juzgarte por ello. Recuerda que tienes derecho a sentir lo que sientes. ¡Valida tus emociones!
2 No juzgues tus emociones
Juzgar las emociones nos aleja de una buena gestión emocional y solo añade sentimiento de culpa a lo que estamos sintiendo. En todo caso, permítete ser crítica con tus acciones, pero no con tus emociones. Ten en cuenta que lo que sentimos no podemos controlarlo (al menos, la emoción primaria), pero sí podemos aprender a gestionar la emoción secundaria, eso es, aquella que deriva de la primera.
3 No te des prisa por “superar” las cosas
A veces la vida nos pondrá obstáculos, situaciones que nos generan sufrimiento y que deberemos afrontar. Muchas veces, intentamos que esas cosas pasen “rápido”, porque nos autoexigimos estar siempre bien, o porque no toleramos el sufrimiento.
Pero ser compasiva también implica no darse prisa por superar las cosas, sino, ser capaz de escuchar lo que tu cuerpo y tu mente necesitan y ofrecérselo. ¿Es más tiempo? ¿Es calma? ¿Es reflexión? Escúchate, identifica tu necesidad y respétala.
4 Reduce autoexigencias
La autoexigencia es positiva cuando nos permite crecer y mejorar. Pero cuando nos bloquea o nos genera sufrimiento, entonces no. La autoexigencia excesiva es enemiga de la autocompasión; por ello, revisa tu autoexigencia.
¿Estás siendo demasiado dura contigo misma? ¿Cómo podrías reducir exigencias? Plantéate estas cuestiones y permítete equivocarte o no cumplir con las expectativas ajenas.
5 Háblate bien y cuida tu diálogo interno
Hablarse bien a una misma no solo incluye mirarse al espejo y decirse las cosas que nos gustan de nosotras; implica también cuidar nuestro diálogo interno. El diálogo interno es aquel que alimentamos con nuestros pensamientos.
Tiene que ver con esa vocecita interna que nos acompaña durante el día y de la que muchas veces no somos conscientes. Para ser más compasiva contigo misma, revisa esa vocecita.
¿Cómo te hablas a ti misma? ¿Refuerzas tus logros? ¿Te animas en los momentos difíciles? ¿Eres demasiado dura contigo misma? Si eres capaz de identificar estos mensajes, estarás un poco más cerca de cambiarlos cuando sea necesario.
6 Refuérzate
Otra clave relacionada con cómo ser compasiva con una misma es el refuerzo positivo. Reforzarse implica premiarse, alabarse, enviarse a una misma mensajes bonitos, una sonrisa en el espejo…
Y, sobre todo, hacerlo cuando sentimos que hemos hecho algo bien, que hemos superado un miedo, que hemos tomado una decisión… Recuerda que ser compasiva no solo tiene que ver con acompañarse a una misma en los momentos difíciles, sino también, con disfrutarse en los momentos agradables y positivos.
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7 Agradece tu “yo” del pasado
Las experiencias del pasado nos dejan huella, marcan nuestra historia y tienen una repercusión en nuestro yo actual, ese que está en constante construcción. Por eso es importante tener una buena relación con nuestros recuerdos; eso no implica solo tener recuerdos buenos, o solo fijarnos en ellos, ¡por supuesto que no!
Implica aceptar que los recuerdos negativos también tuvieron lugar y, probablemente, también nos han dejado alguna enseñanza. Sin ella, no serías quien eres a día de hoy. Por ello, otra forma de fomentar la autocompasión es ser agradecida con tus recuerdos, eso es, con tu “yo” del pasado, porque es el que te ha traído hasta aquí.
El poder de la autocompasión: encuentra tu propio camino
¿Cómo ser compasiva conmigo misma? Puedes encontrar tu propia forma de serlo, aunque aquí hemos dejado algunas ideas para que puedas empezar a trabajar en ello. Lo más importante es que te aceptes tal y cómo eres, que seas capaz de perdonarte por tus errores, sin que ello implique renunciar a abrirse al cambio. Siempre podemos cambiar, aprender y mejorar.
Recuerda que la autocompasión no implica regodearse en la pena o en el victimismo. Implica acercar tu mano a esa niña interior y empezar a caminar juntas. Implica escuchar el dolor pero no quedarse en él; transitar el camino junto a esa niña y decirle que, pase lo que pase, seguirás ahí.
El poder de la autocompasión es innegable, y nos puede ayudar a sanar, a alejar los remordimientos y a mejorar nuestro bienestar emocional. Cuando debas acompañarte a ti misma y acoger tus emociones, no olvides que lo estás haciendo bien; todas tratamos de hacerlo bien, y eso no implica hacerlo perfecto.
Porque, de hecho, nadie lo hace perfecto: lo hace lo mejor que puede y sabe. ¡Y está bien! Ser compasiva contigo misma también es aceptar eso. Verás cómo poco a poco, cuando te permitas sentir y aceptes tus vivencias como lo que han sido (positivas y negativas), empezarás a sentirte mejor contigo misma y con los demás.
¿Por qué? Porque actuarás desde el amor propio ya mencionado, y no desde la autocrítica, la autoexigencia o el autorrechazo. Y eso nos lleva, casi inevitablemente, hacia la paz interior.
Referencias bibliográficas:
- Cuadra, H., & Florenzano, R. (2003). El bienestar subjetivo: hacia una psicología positiva. Revista de Psicología, 12(1): 83.
- Goleman, D. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Kairós.
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