Síndrome del nido vacío: cómo superarlo y cómo enfocar la nueva etapa
Cuando los hijos son pequeños, los padres tienen la esperanza de que no crecerán nunca o que permanecerán junto a ellos para siempre. Pero a pesar de esos deseos, la vida está llena de etapas, ciclos o fases, como quieran llamarlo, y es inevitable que el hijo crezca, se desarrolle, se relacione y vuele del nido.
Tarde o temprano llega la hora en la cual los hijos se independizan, bien sea para vivir solos, casarse, estudiar fuera o desempeñar un nuevo trabajo en otra ciudad distinta. Esta emancipación forma parte del ciclo natural de la vida, es algo vital para seguir creciendo personalmente y el derecho a elegir para vivir del modo que se quiera. Por otro lado, esta nueva etapa puede tener repercusiones negativas en la familia, y más concretamente, en los padres. Es lo que se conoce como el síndrome del nido vacío.
Este síndrome se define como una sensación de vacío y soledad cuando los hijos abandonan el domicilio familiar. Este efecto es más común entre las mujeres, debido a la fuerza de los lazos que las vinculan con los hijos, aunque puede ocurrir en el sexo masculino también. La angustia que genera esta nueva situación puede llevar a tener sentimientos de pérdida, inutilidad o tristeza, y es difícil cuantificar cuánto pueden durar sus efectos, dependiendo del carácter y fortaleza de la persona.
Sentir estas emociones es algo normal, ya que los padres estaban acostumbrados a vivir con los hijos, tenían un hábito y una rutina de vida con ellos, que ahora es preciso cambiar y llenar ese hueco con nuevas actividades. Si se da el caso de que aún queda algún hijo en el hogar este proceso puede ser más liviano, pero si todos los hijos han emigrado, se acentúa mucho más.
Si la situación te supera, no tengas miedo en pedir ayuda y refugiarte en tu pareja, amigos o familiares. Esta nueva etapa necesita de consejos externos, y sobre todo, pensar que la relación con los hijos no se ha terminado, sino que ahora es diferente y aún así, también puede ser fructífera e incluso puede ayudar a consolidarla. Los padres siguen teniendo la posibilidad de estar en contacto con ellos y convertirse en un punto de apoyo para escucharlos, ayudarlos y ejercer el mismo papel de progenitores, pero adaptado a una nueva situación porque tanto unos como otros han crecido y la relación ya no es igual.
Este cambio provoca que los padres tengan que adaptarse a una nueva situación. Es interesante darse cuenta del tiempo libre que tienen ahora y aprovechar esta oportunidad para hacer lo que nunca pudieron: retomar viejos proyectos, practicar algún deporte, participar en diversas actividades, formar parte de algún grupo de interés común, colaborar en alguna fundación u ONG, etc. En definitiva, hacer todo aquello que les mantenga distraídos y aporte un nuevo sentido a la vida.
Esta fase es otra magnífica ocasión para alcanzar el autodesarrollo y hacer un balance del tiempo vivido. Todavía hay tiempo de enfocar la carrera personal y dirigirla hacia aquellos objetivos que les hagan sentir plenos y realizados. Además de mirar hacia uno mismo, es tiempo también de compartir con la pareja, analizar y redefinir la relación. En condiciones normales, cuando los hijos abandonan el lecho familiar se produce una estabilización de la relación marital, ya que se centran más en compartir actividades, conversar y aprovechar más el tiempo juntos.
Ser consciente de la realidad ayudará a superar el sentimiento de tristeza y vacío. Al igual que los padres en cierta ocasión volaron hacia la libertad, deben de asumir y comprender que es ley de vida que sus hijos hagan lo mismo, buscando su futuro y lo que mejor les haga sentir.
Tarde o temprano llega la hora en la cual los hijos se independizan, bien sea para vivir solos, casarse, estudiar fuera o desempeñar un nuevo trabajo en otra ciudad distinta. Esta emancipación forma parte del ciclo natural de la vida, es algo vital para seguir creciendo personalmente y el derecho a elegir para vivir del modo que se quiera. Por otro lado, esta nueva etapa puede tener repercusiones negativas en la familia, y más concretamente, en los padres. Es lo que se conoce como el síndrome del nido vacío.
¿Qué es el síndrome del nido vacío?
Este síndrome se define como una sensación de vacío y soledad cuando los hijos abandonan el domicilio familiar. Este efecto es más común entre las mujeres, debido a la fuerza de los lazos que las vinculan con los hijos, aunque puede ocurrir en el sexo masculino también. La angustia que genera esta nueva situación puede llevar a tener sentimientos de pérdida, inutilidad o tristeza, y es difícil cuantificar cuánto pueden durar sus efectos, dependiendo del carácter y fortaleza de la persona.
Sentir estas emociones es algo normal, ya que los padres estaban acostumbrados a vivir con los hijos, tenían un hábito y una rutina de vida con ellos, que ahora es preciso cambiar y llenar ese hueco con nuevas actividades. Si se da el caso de que aún queda algún hijo en el hogar este proceso puede ser más liviano, pero si todos los hijos han emigrado, se acentúa mucho más.
Si la situación te supera, no tengas miedo en pedir ayuda y refugiarte en tu pareja, amigos o familiares. Esta nueva etapa necesita de consejos externos, y sobre todo, pensar que la relación con los hijos no se ha terminado, sino que ahora es diferente y aún así, también puede ser fructífera e incluso puede ayudar a consolidarla. Los padres siguen teniendo la posibilidad de estar en contacto con ellos y convertirse en un punto de apoyo para escucharlos, ayudarlos y ejercer el mismo papel de progenitores, pero adaptado a una nueva situación porque tanto unos como otros han crecido y la relación ya no es igual.
¿Qué hacer para llenar el vacío?
Este cambio provoca que los padres tengan que adaptarse a una nueva situación. Es interesante darse cuenta del tiempo libre que tienen ahora y aprovechar esta oportunidad para hacer lo que nunca pudieron: retomar viejos proyectos, practicar algún deporte, participar en diversas actividades, formar parte de algún grupo de interés común, colaborar en alguna fundación u ONG, etc. En definitiva, hacer todo aquello que les mantenga distraídos y aporte un nuevo sentido a la vida.
Esta fase es otra magnífica ocasión para alcanzar el autodesarrollo y hacer un balance del tiempo vivido. Todavía hay tiempo de enfocar la carrera personal y dirigirla hacia aquellos objetivos que les hagan sentir plenos y realizados. Además de mirar hacia uno mismo, es tiempo también de compartir con la pareja, analizar y redefinir la relación. En condiciones normales, cuando los hijos abandonan el lecho familiar se produce una estabilización de la relación marital, ya que se centran más en compartir actividades, conversar y aprovechar más el tiempo juntos.
Ser consciente de la realidad ayudará a superar el sentimiento de tristeza y vacío. Al igual que los padres en cierta ocasión volaron hacia la libertad, deben de asumir y comprender que es ley de vida que sus hijos hagan lo mismo, buscando su futuro y lo que mejor les haga sentir.
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