El supermercado, ese lugar donde nos volvemos marujas
Somos mujeres activas, profesionales que hacemos malabarismos para conciliar la vida familiar y laboral, cuidamos nuestra relación de pareja y aún sacamos tiempo para nosotras mismas procurando ir a la última moda. Pero cuando de hacer la compra semanal se trata, experimentamos una trasformación radical que nos convierte en esas míticas marujas con rulos, bata de felpa y gritonas de las que una vez, hace mucho tiempo, renegamos. ¿Qué nos pasa en el supermercado?
Discusiones de pareja en el supermercado
Una mañana de sábado cualquiera los niños están viendo el televisor mientras tu planchas enfundada en tu ropa de andar por casa más cómoda. Casualmente, y no sabemos muy bien la razón, tu ropa más cómoda equivale a tu chándal más desgastado que te resistes a tirar como si de una herencia de la abuela se tratara. Hacemos un inciso, tu chándal es simplemente viejo, no vintage.
Los problemas empiezan cuando tu pareja, que ha terminado demasiado pronto de pasar el aspirador, te empieza a meter prisas para ir al supermercado a hacer la compra semanal. Tiene que ser ya, porque si no él no puede disfrutar del fin de semana como se merece. Así que por no provocar una discusión en casa, accedes y sales corriendo con tu chándal, sin maquillar, despeinada y con los niños a cuestas protestando porque tienen que dejar de ver la televisión.
La familia unida entra en el supermercado, pero la tensión se palpa en el ambiente. No sabemos si es la presión de hacer una compra sana y económica al mismo tiempo, pero lo cierto es que la discusión puede comenzar nada más coger el carro de la compra. Tu pareja se va directo a la sección de cervezas y patatas fritas porque hoy es noche de partido y tu estallas gritándole que se centre primeramente en los alimentos básicos. Es evidente que no te importa lo que piense la gente que se ha parado a miraros, lo que dice mucho de la seguridad en ti misma, pero tal vez convendría bajar el tono de voz hasta que estéis solos.
Los niños se desmadran en el supermercado
Y mientras tu discutes con tu pareja, tus niños campan a sus anchas por el supermercado como si de un parque infantil se tratara. Se pelean por ver quién alcanza el zumo de la estantería más alta dejando que caigan al suelo el resto de ellos, y el empleado del supermercado detrás de ellos colocándolos una vez más. Tropiezan con los carros de los demás clientes en esas carreras por los pasillos y son el terror de la sección de frutería.
Entendemos que hacer la compra semanal no es plato de buen gusto y que se ha convertido en algo tan habitual que tomas el supermercado como una extensión de tu propia casa. Pero no estaría mal mantener un comportamiento más cívico. Tus disculpas a los clientes que han atropellado tus niños no son suficientes, y de poco servirá la reprimenda a tus hijos por su comportamiento cuando acaban de observar, al igual que el resto del vecindario, cómo tu pareja y tu montabais un espectáculo por una bolsa de patatas fritas.
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