Apego ansioso y ambivalente: ¿qué consecuencias tiene en la adultez?
El temor al abandono es uno de los efectos de crecer con este tipo de apego
- La construcción del apego y sus tipos: seguros e inseguros
- ¿Cómo se empezó a estudiar el apego en psicología?
- El apego ansioso y ambivalente: en qué consiste
- ¿Qué emociones genera el apego ansioso y ambivalente?
- Adultos con apego ansioso y ambivalente
- El temor al abandono en el apego ansioso y ambivalente
- ¿Toda la culpa del apego ansioso es de los padres?
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El apego es un lazo, un vínculo afectivo generado con las personas significativas de nuestro entorno. Este tipo de vínculo se genera ya desde que nacemos, cuando somos bebés, con nuestra figura cuidadora principal, que suele ser la madre. Con el padre también se genera apego, aunque este suele ser de otro tipo (aunque puede ser igual de intenso y duradero).
El apego que construimos durante la infancia es muy importante porque determina, en gran medida, cuál será nuestro apego en la edad adulta. En otras palabras: determina de qué forma nos vincularemos con las personas de nuestro alrededor, cómo nos relacionaremos, qué buscaremos en los demás y, sobre todo, qué situaciones nos generarán sufrimiento.
Antes de explicar en qué consiste el apego ansioso y ambivalente y cómo nos afecta, conozcamos cómo se construye el apego y cómo empezó a estudiarse este concepto en psicología.
La construcción del apego y sus tipos: seguros e inseguros
Cuando nacemos, el apego se construye a través de las interacciones entre el bebé y la figura del cuidador que le ofrece alimento, cariño y amor, protección, etc. La figura del cuidador es esencial para la supervivencia del niño y es por ello que las interacciones son tan importantes en esta etapa vital.
Es a través de estos encuentros que el apego se va fortaleciendo. Si la madre o el cuidador está disponible para el niño (a nivel físico y emocional) y no muestra ambivalencias en sus conductas, el niño desarrollará un apego sano o seguro.
En cambio, cuando la madre no está disponible cuando el niño lo necesita, cuando lo está solo en momentos puntuales o cuando actúa de forma incoherente o contradictoria, es probable que el niño desarrolle un apego inseguro. Dentro del apego inseguro encontramos tres tipos de apego:
- El apego inseguro evitativo o rechazante.
- El apego inseguro ansioso y ambivalente.
- El apego inseguro desorganizado y desorientado.
¿Cómo se empezó a estudiar el apego en psicología?
Fueron los investigadores Harlow y Harlow los primeros en estudiar el apego en el ámbito de la psicología. Lo hicieron a través del estudio de las crías de chimpancé; vieron cómo estas preferían a una madre cubierta de felpa que no les alimentaba que a una hecha de malla metálica dura que les proporcionaba alimento.
¿Cómo podía ser? Su explicación radica en que el apego tiene que ver con la calidez y el cuidado del cuidador, válgase la redundancia, y no tanto con la alimentación (que también). Pero como se pudo observar, las crías de chimpancés preferían el “calor” antes que el alimento. Los investigadores observaron, además, cómo el contacto físico acogedor entre la madre y su hijo ejercía un efecto positivo sobre su desarrollo.
El apego ansioso y ambivalente: en qué consiste
La ambivalencia en psicología se define como la expresión de emociones o sentimientos contrapuestos, lo que genera, con frecuencia, angustia. En el apego ansioso y ambivalente el niño (o adulto, como veremos más adelante) no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad.
¿Por qué? Porque sus cuidadores a veces están y a veces no. Estos cuidadores, además, son inconsistentes en la proporción de seguridad y cuidado, lo que deriva en sentimientos de ambivalencia y ansiedad en el pequeño.
¿Qué emociones genera el apego ansioso y ambivalente?
Las emociones que este tipo de apego genera suelen ser dos: el miedo y la angustia exacerbada ante las separaciones de la figura del cuidador. También aparece una dificultad para calmarse cuando el cuidador regresa.
El pequeño con un apego de este tipo necesita la constante aprobación de sus cuidadores y, por ello, vigila permanentemente que estos no le abandonen. Cuando estos niños exploran el entorno, lo hacen de forma tensa, es decir, poco relajados, y procurando no alejarse mucho de la figura de apego o cuidador.
Adultos con apego ansioso y ambivalente
¿Qué consecuencias tiene un apego ansioso y ambivalente adquirido en la infancia durante la edad adulta? El primero de ellos, es que este tipo de apego provoca en los adultos una sensación permanente de temor a que los demás lo abandonen, especialmente su pareja.
Más allá del miedo al abandono, son personas que tienen miedo a que su pareja no las ame o no las desee realmente. Además, muestran dificultades para interactuar con los demás de manera adecuada o de la forma en la que les gustaría. ¿Por qué? Porque muchas veces las personas con apego ansioso y ambivalente esperan recibir mayor intimidad o vinculación de la que ellos realmente proporcionan.
En definitiva, una de las principales consecuencias del apego ansioso y ambivalente desarrollado en la infancia es la aparición de una fuerte dependencia emocional en las relaciones personales. Esta dependencia aparece sobre todo en las relaciones con personas con una vinculación afectiva importante (por ejemplo, la pareja).
El temor al abandono en el apego ansioso y ambivalente
Las personas que han desarrollado un apego ansioso y ambivalente tienen una gran falta de seguridad en los vínculos que les genera la constante sensación de amenaza en la relación y de estar en peligro de ser abandonadas. Como consecuencia de ello, estas personas se mostrarán vigilantes y serán altamente sensibles a cualquier muestra de rechazo.
Tanto es así (tan grande es este temor a ser abandonadas), que pueden llegar incluso a ser ellas las que rechacen activamente el contacto que desean, por poder sentir algo de control sobre la relación y tener la opción de “dejar en lugar de ser dejados”.
En un lenguaje cotidiano, se traduciría en el eterno “ni contigo ni sin ti”. Un “te quiero/te necesito” pero “me alejo porque no quiero que me hagas daño”.
¿Toda la culpa del apego ansioso es de los padres?
Está claro que el desarrollo del apego durante la infancia es importante y que puede marcar, en gran medida, el camino que seguirá nuestro apego de adulto. Pero, ¿realmente toda la “culpa” es de los padres? Aquí convendría hacer un pequeño ejercicio de reflexión. Hay historias de vida realmente duras, heridas de la infancia que nos marcan. Aquí no estamos cuestionando esto. Forma parte de nuestra “mochila vital”.
Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores, además de que vivimos nuevas experiencias y tenemos la oportunidad de vincularnos de manera cada vez más saludable, vamos adquiriendo también nuevas herramientas para hacer frente a las dificultades de la vida y a las carencias que ya arrastramos.
En este punto, no se trata de olvidar automáticamente todo lo que vivimos durante nuestra infancia; se trata de afrontarlo, conocerlo, explorar bien todas esas circunstancias y esa trayectoria y, en última instancia, aceptarlo y hacer las paces con nuestro pasado.
Podemos ser independientes, tener una familia, hijos, trabajo, ser emprendedoras… pero si seguimos encerradas en la casa mental de nuestra infancia, evadiendo las responsabilidades de nuestros actos porque “nuestra infancia nos marcó”, nunca dejaremos de ser aquellas niñas asustadas y heridas.
Te invitamos a que hables con esa niña interior que, quizás en su momento estuvo tan perdida como tú ahora; que la escuches, le des voz y poco a poco asimiles que esa niña forma parte de tu historia, pero que el rumbo de esta está cambiando constantemente. ¡Y eres tú quien lleva el timón! Dale la mano a esa niña y empezad a caminar juntas.
Referencias bibliográficas:
- Bowlby, J (1998). El apego y la pérdida, v. 2. Biblioteca de psicología profunda 49. El Apego y la pérdida. Paidós.
- Caballo, V. y Simón, M. A. (2002). Manual de Psicopatología Clínica Infantil y del adolescente. Trastornos generales. Pirámide: Madrid.
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