Los efectos del cine y la televisión: cómo influye la ficción en nuestras vidas
Un estudio de la Universidad de Ohio sobre cómo influyen las películas dramáticas en nuestro estado de ánimo nos ha hecho reflexionar acerca del peso que tienen el cine y la televisión en nuestro comportamiento diario. Y es que las emociones vertidas en la pantalla inciden directamente sobre las nuestras. Nos identificamos con los personajes y con los modelos de vida, pero ¿hasta que punto transformamos nuestra realidad para adaptarla a la ficción?
Cómo afecta la ficción al trabajo
Una de las series de televisión que más ha marcado a las mujeres en los últimos tiempos es "Sexo en Nueva York". ¿Quién no quiere ser como Carrie Bradshaw? Una mujer sofisticada, atractiva, independiente e ingeniosa con un grupo de amigas fieles y divertidas. Una mujer que cada noche acude a los eventos más exclusivos ataviada con el look más chic y conoce a hombres de lo más interesantes. Una profesional que es capaz de pagar el alquiler de su apartamento neoyorkino y comprarse unos Manolo Blahnik con el sueldo que le proporciona su columna semanal sobre sexo. Desde esta redacción advertimos que no es posible.
Si te asomas un poco a tu realidad verás la cantidad de horas que trabajas sin que nadie reconozca tu labor. Tu sueldo te llega con suerte para pagar el alquiler en caso de que vivas con tu pareja o compartas el piso con alguna amiga. Tus mejores zapatos son el resultado de una búsqueda incesante de gangas en las rebajas y cuando sales de fiesta alguna noche, los ejemplares masculinos que te encuentras no se asemejan ni un poco a los hombres atractivos de las películas.
Cómo afecta la ficción en nuestra pareja
El abismo entre realidad y ficción no existe sólo en el ámbito del trabajo, también en el de las relaciones, especialmente en las relaciones de pareja. Aficionadas a las películas románticas, siempre nos queda un punto de insatisfacción cuando comprobamos que nuestro chico nunca nos va sorprender con el anillo de diamantes soñado mientras damos un romántico paseo por el Sena. Probablemente no tenga dinero para ello, pero lo peor es que, aunque lo tuviera, nunca se le ocurriría semejante cosa.
No podemos convertir a nuestra pareja en un guapísimo y cariñoso neurocirujano, ni en un apuesto policía que salva a la humanidad de los zombies, ni mucho menos en un vampiro sexy de 500 años. No podemos pretender que nuestra pareja tenga con nosotras las mismas atenciones que los galanes de las películas tienen con las protagonistas, en primer lugar, porque nosotras tampoco las tenemos con ellos.
Esto no quiere decir que nos tenemos que resignar a lo cotidiano y descuidar la relación de pareja, sino que conviene aprender a diferenciar entre la realidad y la ficción para disfrutar y ser felices con lo que tenemos. Mejorar, fijar metas y conseguirlas nos ayuda a ser más felices, siempre y cuando los objetivos propuestos se ajusten a la realidad.
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