'Balada triste de trompeta' es el 'antichristmas' de Alex de la Iglesia
Una película poco navideña
Con un León de Plata a cuestas, el circo de Álex de la Iglesia canta como cruento y malsano villancico la "Balada triste de trompeta", un "antichristmas" que recorre la pesadilla de un país, España, que el realizador vasco exorciza apoyado en dos payasos, Carlos Areces y Antonio de la Torre.
"Lo bueno del cine es que da la oportunidad de figurar escenarios de ficción en los que las cosas se ven más claras", dice a Efe Álex de la Iglesia. Y su "Balada triste de trompeta", que llega a los cines el próximo viernes, es su esfuerzo por ver con más nitidez lo que vivió con ocho años y no pudo entender: el franquismo.
¿Una "pesadilla antes de Navidad"? "Esta película es reflejo de lo que recuerdo de esa pesadilla. Ocurrían cosas a mi alrededor que no entendía y que me creaban un sentimiento extraño de culpa del que me intento librar", reconoce. Así, siguiendo los pasos de Luis Buñuel, Carlos Saura o Pedro Almodóvar, emprende la difícil misión: "Contar lo nuestro de otra manera", dice, aunque sea desde una película que "es comedia y es terror" hilada por una canción de Raphael.
Su manera personal e intransferible de contar "lo nuestro" se apoya en ese concepto tan español que es la dualidad entre la tristeza y la carcajada. Por eso, el "clown" que protagonizó su novela "Payasos en la lavadora" y cerraba esa "moda" inquietante de "Crimen Ferpecto", vuelve a ser el epicentro de su universo. "Es mi obligación como director contar las cosas desde el punto de vista más personal posible, buscándome a mí mismo como espectador", asegura.
Y aunque ha perdido a sus otras dos manos de guionista, las de Jorge Guerricaechevarría, ha duplicado a sus payasos: ahora son dos, Antonio de la Torre y Carlos Areces, enfrentados por una mujer, que bien podría llamarse España y que interpreta Carolina Bang, a la que acabarán despedazando nada menos que en el Valle de los Caídos a ritmo de una partitura oscura pero deslumbrante de Roque Baños.
"Me gustaría que hubiera en España posibilidad de acuerdo, de transigencia. Que no seamos siempre o el payaso tonto o el payaso triste. Que podamos sentirnos orgullosos de decir que nos hemos equivocado", resume. "Espero que nuestro destino no sea el de matar a la mujer que amamos", sentencia.
El propio De la Iglesia, dividido entre su labor creativa como realizador de títulos como "El día de la bestia" o "La comunidad" y administrativa al frente de la Academia de Cine, reconoce su doble filo: "También soy payaso, también me disfrazo. No soy como digo que soy". "Soy terrible rodando, soy muy exigente y pido que todo el mundo se esfuerce como me esfuerzo yo. Me cuesta mucho ver a un tío leyendo el periódico durante el rodaje, aunque también intento ser cordial", asegura un cineasta que en este 2010 también ha recibido el Premio Nacional de Cinematografía.
La Mostra de Venecia, gobernada en su jurado por Quentin Tarantino, fue la primera en dar el beneplácito a una cinta tan agreste y visceral como "Balada triste de trompeta". "Es algo que me llena de orgullo y una estupenda carta de presentación que ha hecho que la película se venta en todos los países", dice De la Iglesia.
Y es que, pese a los localismos y los guiños a referentes algo enrevesados de la cultura española, en "Balada triste de trompeta" circula por antítesis un discurso universal: el diálogo y la pluralidad. "Lo bueno de la libertad y de la cultura es que te abre las miras y te demuestra que existen diez mil posturas posibles ante los problemas", concluye. Mateo Sancho Cardiel
Los recuerdos del franquismo en la gran pantalla
"Lo bueno del cine es que da la oportunidad de figurar escenarios de ficción en los que las cosas se ven más claras", dice a Efe Álex de la Iglesia. Y su "Balada triste de trompeta", que llega a los cines el próximo viernes, es su esfuerzo por ver con más nitidez lo que vivió con ocho años y no pudo entender: el franquismo.
¿Una "pesadilla antes de Navidad"? "Esta película es reflejo de lo que recuerdo de esa pesadilla. Ocurrían cosas a mi alrededor que no entendía y que me creaban un sentimiento extraño de culpa del que me intento librar", reconoce. Así, siguiendo los pasos de Luis Buñuel, Carlos Saura o Pedro Almodóvar, emprende la difícil misión: "Contar lo nuestro de otra manera", dice, aunque sea desde una película que "es comedia y es terror" hilada por una canción de Raphael.
Su manera personal e intransferible de contar "lo nuestro" se apoya en ese concepto tan español que es la dualidad entre la tristeza y la carcajada. Por eso, el "clown" que protagonizó su novela "Payasos en la lavadora" y cerraba esa "moda" inquietante de "Crimen Ferpecto", vuelve a ser el epicentro de su universo. "Es mi obligación como director contar las cosas desde el punto de vista más personal posible, buscándome a mí mismo como espectador", asegura.
Y aunque ha perdido a sus otras dos manos de guionista, las de Jorge Guerricaechevarría, ha duplicado a sus payasos: ahora son dos, Antonio de la Torre y Carlos Areces, enfrentados por una mujer, que bien podría llamarse España y que interpreta Carolina Bang, a la que acabarán despedazando nada menos que en el Valle de los Caídos a ritmo de una partitura oscura pero deslumbrante de Roque Baños.
"Me gustaría que hubiera en España posibilidad de acuerdo, de transigencia. Que no seamos siempre o el payaso tonto o el payaso triste. Que podamos sentirnos orgullosos de decir que nos hemos equivocado", resume. "Espero que nuestro destino no sea el de matar a la mujer que amamos", sentencia.
El propio De la Iglesia, dividido entre su labor creativa como realizador de títulos como "El día de la bestia" o "La comunidad" y administrativa al frente de la Academia de Cine, reconoce su doble filo: "También soy payaso, también me disfrazo. No soy como digo que soy". "Soy terrible rodando, soy muy exigente y pido que todo el mundo se esfuerce como me esfuerzo yo. Me cuesta mucho ver a un tío leyendo el periódico durante el rodaje, aunque también intento ser cordial", asegura un cineasta que en este 2010 también ha recibido el Premio Nacional de Cinematografía.
La Mostra de Venecia, gobernada en su jurado por Quentin Tarantino, fue la primera en dar el beneplácito a una cinta tan agreste y visceral como "Balada triste de trompeta". "Es algo que me llena de orgullo y una estupenda carta de presentación que ha hecho que la película se venta en todos los países", dice De la Iglesia.
Y es que, pese a los localismos y los guiños a referentes algo enrevesados de la cultura española, en "Balada triste de trompeta" circula por antítesis un discurso universal: el diálogo y la pluralidad. "Lo bueno de la libertad y de la cultura es que te abre las miras y te demuestra que existen diez mil posturas posibles ante los problemas", concluye. Mateo Sancho Cardiel
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