¿Mis hijos me han traicionado?
La dureza de dudar de tus propios hijos
Los hijos suelen ser un inagotable surtidor de alegrías, pero a la par que van creciendo, sus problemas se tornan cada vez más complejos. Ayudar a su solución exige de los padres unas dosis de paciencia, lucidez, sentido común y amor siempre in cresendo.
Cuando nacen, suelen irradiar esperanza. Los padres sueñan para ellos un futuro luminoso, feliz y asumen su crianza cargados de ilusiones y sueños. "Quisiera que a mis hijos no les falte nada, que tengan lo que no tuve yo", se suele escuchar y ahí comienza una desenfrenada carrera por el bienestar económico que muchas veces resta tiempo a los juegos, a las conversaciones, a los paseos obviando que son, precisamente esos momentos de convivencia, los que marcan la diferencia, los que ratifican la influencia definitoria de la familia en la educación de los pequeños y la interconectan con la sociedad al reproducir los modelos de conducta más acordes a ella.
No basta llenar de regalos, juguetes, y ropas el dormitorio de un pequeño si luego no tiene a quien contarle que sus compañeros se burlan de sus aros en los dientes, que la chica de sus sueños le sonrió durante el recreo o que en los alrededores de la escuela merodean chicos de andar "alucinado".
La paternidad es una profesión sin escuela
La paternidad es una profesión sin escuela, edad de jubilación ni subsidio. Es algo que se aprende sobre la marcha, equivocándonos y esquivando los errores que sufrimos en casa o descubrimos en el entorno cercano. De nada sirve trazarnos una meta si por el camino torcemos la ruta o erramos los métodos. No basta imponer el respeto si los irrespetamos a ellos; tampoco sirve censurar sus decisiones si no los enseñamos a sopesar lo bueno y malo de cada opción y les permitimos escoger, equivocarse, acertar
Decidir por ellos no es un camino viable, por eso se recomienda ir creando espacios para que, desde pequeños, expresen sus gustos y preferencias. Estas pequeñas decisiones bien podrían comenzar por la ropa con que los llevamos a la guardería, los invitados con quienes le gustaría compartir su fiesta de cumpleaños o el regalo con que le premiaremos sus buenos resultados escolares.
En la misma medida en que nuestros hijos puedan ser ellos mismos, libres y dueños de sus actos, más fácil será moldearles el carácter y evitarle desatinos previsibles. Algunos, los inevitables son también necesarios pues como los virus y bacterias, sirven para crecer e inmunizarnos. En esos momentos lo pertinente es apoyarlos y no hacer leña del árbol caído.
Duro es llegar a la madurez y pensar: mis hijos me han traicionado. La semilla de este dolor suele quedar plantada por la misma persona que luego se lamenta, que no entiende, que sufre....
El tema queda abierto al debate. ¿Qué opinas?
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