El hombre no 'ayuda' en casa. Hace su parte en las tareas domésticas
Las tareas domésticas siguen recargando las jornadas de las mujeres mientras los hombres menos machistas entienden el asunto en casa como de ayuda voluntaria y no como una obligación compartida.
La lucha por la equidad de la mujer sigue. Primero fueron conquistas legales: el derecho a estudiar, a trabajar, a votar y en estos momentos nadie se atreve a dudar ya de las potencialidades intelectuales o de liderazgo de las mujeres. Pero queda aún mucho trecho por andar en casa
¿Y cómo marcha el asunto en casa? Según reportes de agencias e instituciones de estudios sociales, el tema de de las diferencias de género hacia el interior de los hogares ha avanzado pero a paso más lento que a nivel social y no en todas las regiones del mundo.
En algunas naciones, donde persiste la cultura más retrógrada con respecto a este asunto, el nacimiento de un hijo se festeja durante días, mientras que si la bendición divina llega con faldas, se desprecia a la criatura y se culpa a la "incapaz" madre que no pudo parir un varón, obviando los estudios científicos que desde hace décadas demostraron que son los hombres, y no las mujeres, quienes definen el sexo.
En otros países la fiesta es a la inversa pero igual de injusta, pues el advenimiento de una niña representa una moneda de cambio que permitirá al padre concertar un casamiento ventajoso y con él, la garantía de una holgada vejez.
Pero culturas y costumbres aparte, la educación de los hijos continua entendiéndose de modo general como una tarea que recae principalmente en las madres, modelo que se refuerza con la tendencia a incrementarse el número de familias de madres solteras o separadas.
En este caso se expresa una de las paradojas de las luchas femeninas. Conseguimos que el matrimonio no se entendiera como una condena a "cadena perpetua". Es decir, es una unión voluntaria y consensuada que si no funciona debe poder ser disuelto legalmente y esta forma intentar buscar la felicidad en otra parte; pero en realidad lo que sucede en muchos casos es que las mujeres nos quedamos solas, mal miradas en algunas sociedades o comunidades, y además con la responsabilidad de criar a los hijos en solitario.
Pero aunque reconozcamos el trecho que nos resta, la situación de nosotras es mejor que la de nuestras abuelas. Tal estado de cosas es el resultado de muchos años de campañas educativas y de abordajes diversos e integrales del tema desde ámbitos diferentes.
El paso siguiente depende esencialmente de los patrones de conducta que aprehendan los hijos en casa, y en los primeros años de sus vidas. Se trata de revolucionar la manera sexista de ver lo cotidiano y que puede comenzar con el color de la ropa que visten nuestros bebés hasta los roles sociales que desempeña cada género en casa y que podrían entenderse como aquello de que las niñas recogen y limpian el cuarto y los varones botan la basura, por ejemplo.
Es allí, en la casa, donde se gana definitivamente la batalla, pues ningún escenario es mejor que ese para poner en evidencia las injusticias que aún persisten en la sociedad.
La lucha por la equidad de la mujer sigue. Primero fueron conquistas legales: el derecho a estudiar, a trabajar, a votar y en estos momentos nadie se atreve a dudar ya de las potencialidades intelectuales o de liderazgo de las mujeres. Pero queda aún mucho trecho por andar en casa
¿Y cómo marcha el asunto en casa? Según reportes de agencias e instituciones de estudios sociales, el tema de de las diferencias de género hacia el interior de los hogares ha avanzado pero a paso más lento que a nivel social y no en todas las regiones del mundo.
Las tareas domésticas siguen recargando las jornadas de las mujeres
En algunas naciones, donde persiste la cultura más retrógrada con respecto a este asunto, el nacimiento de un hijo se festeja durante días, mientras que si la bendición divina llega con faldas, se desprecia a la criatura y se culpa a la "incapaz" madre que no pudo parir un varón, obviando los estudios científicos que desde hace décadas demostraron que son los hombres, y no las mujeres, quienes definen el sexo.
En otros países la fiesta es a la inversa pero igual de injusta, pues el advenimiento de una niña representa una moneda de cambio que permitirá al padre concertar un casamiento ventajoso y con él, la garantía de una holgada vejez.
Pero culturas y costumbres aparte, la educación de los hijos continua entendiéndose de modo general como una tarea que recae principalmente en las madres, modelo que se refuerza con la tendencia a incrementarse el número de familias de madres solteras o separadas.
En este caso se expresa una de las paradojas de las luchas femeninas. Conseguimos que el matrimonio no se entendiera como una condena a "cadena perpetua". Es decir, es una unión voluntaria y consensuada que si no funciona debe poder ser disuelto legalmente y esta forma intentar buscar la felicidad en otra parte; pero en realidad lo que sucede en muchos casos es que las mujeres nos quedamos solas, mal miradas en algunas sociedades o comunidades, y además con la responsabilidad de criar a los hijos en solitario.
Pero aunque reconozcamos el trecho que nos resta, la situación de nosotras es mejor que la de nuestras abuelas. Tal estado de cosas es el resultado de muchos años de campañas educativas y de abordajes diversos e integrales del tema desde ámbitos diferentes.
El paso siguiente depende esencialmente de los patrones de conducta que aprehendan los hijos en casa, y en los primeros años de sus vidas. Se trata de revolucionar la manera sexista de ver lo cotidiano y que puede comenzar con el color de la ropa que visten nuestros bebés hasta los roles sociales que desempeña cada género en casa y que podrían entenderse como aquello de que las niñas recogen y limpian el cuarto y los varones botan la basura, por ejemplo.
Es allí, en la casa, donde se gana definitivamente la batalla, pues ningún escenario es mejor que ese para poner en evidencia las injusticias que aún persisten en la sociedad.
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