¿Es siempre el divorcio la solución?
El divorcio puede poner fin a un matrimonio infeliz
Uno de los temas que genera un profundo estrés entre las mujeres, es el conflicto de pareja, y en particular aquel que desemboca en la disolución del vínculo matrimonial: el divorcio.
Esta opción no es legal en todo el mundo y aún existen países donde, tras el culto supremo a la institución familiar, se hipoteca la felicidad y se condena a las personas a vivir eternamente en ambientes hostiles. Todo comienza con el descubrir que el amor se ha esfumado y en ocasiones termina en engaños, maltratos físicos, daños psicológicos
perjuicios en los que mujeres y los hijos suelen ser las víctimas más frecuentes.
Afortunadamente el divorcio ha dejado de ser un tabú y el matrimonio infeliz ya no es una condena a cadena perpetua, pero desdichadamente, a pesar del aroma reivindicatorio que tiene el divorcio, algunas estadísticas nos hacen evaluar cuidadosamente el fenómeno como aquella que asegura que el 66 por ciento de las personas tienen pronosticado, al menos, un divorcio en sus historias sentimentales, presagio que tiende a repetirse en su descendencia.
Insatisfacción sexual, la falta de comunicación
Actualmente, entre las probables causas esgrimidas para hablar de divorcio, suelen mencionarse los embarazos no planificados, la insatisfacción sexual, la falta de comunicación o la comunicación negativa, el tránsito disparejo de ambos miembros de la pareja del amor pasional al amor maduro, la injusta distribución de las tareas del hogar, la intervención de la familia de los cónyuges en la vida matrimonial o en el cuidado de los hijos, la infidelidad, los celos y los problemas económicos.
Intentar llegar al trasfondo psicológico de muchos de estos conflictos nos conduce a que, en algunos casos, los miembros de la pareja no se conocen lo suficiente antes de casarse, ya sea porque toman la decisión antes de tiempo (precozmente) o porque caen en la trampa del simulador, muy frecuenten en la etapa primera del noviazgo, en la que cada uno intenta satisfacer las expectativas del otro sin mostrarse como en realidad son. Es el típico caso del 'antes no te comportabas así', o del 'antes no te molestaban mis defectos', dos de los argumentos más esgrimidos en las conflictos de pareja.
En realidad una correcta comunicación ayudaría a sortear una buena parte de esas dificultades, pero la habilidad de entendernos y expresarnos no llega con el lenguaje, requiere de un complejo proceso de aprendizaje para el que no siempre tenemos el maestro adecuado.
Sea insalvable la situación de la pareja, o no, vale que ambas partes dialoguen y espanten los demonios de la incomunicación, esos que solo consiguen profundizar las heridas, esparciéndolas al resto del ámbito familiar, fundamentalmente a los hijos, víctimas silenciosas del conflicto.
Un buen consejo podría ser, entonces, conversar -sencilla y sinceramente- y por qué no, aceptar la ayuda de un amigo cercano-o de un terapeuta-que probablemente impondrán su sentido común y facilitarán la búsqueda de respuestas al 'qué sucede' y al 'cómo' enfrentar la situación en casa.
Aferrarse no es la solución, como tampoco lo es tirar por la borda todo ese cúmulo de momentos y experiencias compartidas en un matrimonio. Para continuar juntos es preciso, a pesar de las desavenencias que siempre existen, contar con la disposición y el deseo de permanecer construyendo un espacio de convivencia común. Si falla uno de los dos, es preferible dejarlo antes que desgastarse en un esfuerzo inútil.
¿Es siempre el divorcio la solución?
Estos son apenas algunos de mis puntos de vista sobre un tema tan complejo como el divorcio. Intentar establecer una guía sobre cómo proceder, cuándo decidir y qué hacer es sencillamente imposible. Seguramente muchas de mis lectoras han vivido experiencias como las que han motivado estas líneas y desean compartirlas. Quién sabe si alguna de ellas ayuda a otras tantas. Por eso, y por la hondura del asunto, les invito a dejar sus comentarios.
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