Reducir el consumo de sal: más fácil y sano de lo que creemos
La sal es necesaria para nuestro organismo ya que mantiene el equilibrio de líquidos, previene los calambres, permite la absorción de los nutrientes en el intestino y regula el sueño, entre otros beneficios. Sin embargo, para que nuestro cuerpo obtenga los beneficios de la sal se necesita una cantidad de sal diaria muy pequeña en comparación con la que consumimos. Y es su exceso lo que puede ocasionarnos serios riesgos para nuestra salud. ¿Por qué consumimos tanta?
Sal para todo
Para un correcto funcionamiento de nuestro organismo, necesitaríamos consumir sal de entre 3 a 6 gramos diarios. Y la realidad es que la mayoría de las personas ingerimos mucha más de esa cantidad. El problema es que casi todos los alimentos ya tienen la sal incorporada, bien sea por su propia naturaleza, bien porque la añade el fabricante, por lo tanto, nuestros toques de sal en casa sobrarían. Ese inocente gesto de coger el salero puede provocarnos más de un problema de salud.
El consumo excesivo de sal puede generar problemas cardiovasculares, insuficiencia renal, osteoporosis y cáncer de estómago, entre otras afecciones graves. Además provoca retención de líquidos favoreciendo así la aparición de la hipertensión.
Diversos estudios han demostrado la ventaja que supone para nuestra salud reducir el consumo de sal, porque disminuyen las enfermedades cardiacas y los accidentes cerebrovasculares, aumentando así la calidad de vida.
Consejos para reducir el consumo de sal
Teniendo en cuenta que sólo el 10% de la sal que consumimos se encuentra en los alimentos de forma natural, que el 75% se le añade en su fabricación y que aún queda un 15% de sal que le añadimos nosotros, deberíamos seguir ciertas pautas alimentarias a la hora de reducir la sal en las comidas.
En primer lugar hay que evitar aquellos alimentos que ya contienen una gran cantidad de sal, como pueden ser los embutidos, los encurtidos, las carnes ahumadas, los pescados en conserva, los platos precocinados, los concentrados de caldo, las sopas de sobre, las patatas fritas, etc. Conviene entonces basar nuestra alimentación en frutas y verduras, y alimentos frescos para evitar la sal añadida por los productores. En la comida casera, al preparar nosotros mismos el plato, podemos evitar añadir más sal de la necesaria. Es preferible que el plato quede soso, y si es necesario se puede añadir la sal al final de la elaboración.
En cualquier caso, se trata de una reeducación del paladar. Estamos acostumbrados a comer los alimentos con un extra de sal que en realidad no necesitan, así que todo es cuestión de acostumbrarse. También existen otras alternativas a la sal, para darle a nuestros platos un toque de sabor. Las especias, las hierbas aromáticas, el ajo, el aceite y el limón son una buena opción para potenciar el sabor de los alimentos sin tener que recurrir al salero.
Si quieres disfrutar de una mejor calidad de vida, plantéate reducir la cantidad de sal. No es necesario que elimines la sal de un día para otro, porque el cambio en el sabor va a ser drástico. Puedes empezar por añadir menos sal a tus platos y reducir poco a poco la cantidad hasta que ya no la necesites. Recuerda que la cantidad de sal que necesitamos es minúscula y está de sobra cubierta sin añadirla a nuestra cocina.
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