El oro como medicamento y colorante alimentario

Napoleón Fernandez
Hay terapias muy costosas debido al origen y escasez de sus componentes. Entre ellas se encuentra uno de los tratamientos más efectivos contra la artritis reumatoide, una de las afecciones óseas más dolorosas y deformantes.

El oro es fármaco y colorante
Este mal responde positivamente al tiomalato sódico de oro, un fármaco inyectable que podría figurar en la lista de lujo de algunos hospitales, pero que clínicamente resulta eficaz para mejorar la calidad de vida de los pacientes aquejados de esa enfermedad.

La explicación está en que el valioso metal obstruye la formación de peroxinitrato, el villano mayor de la artritis reumatoide que deteriora las células y los huesos, por lo que actúa como antioxidante impidiendo la acumulación de radicales libres.

El oro es fármaco y colorante


Pero el oro, además de fármaco, también clasifica como un colorante de moda y su uso ha sido aprobado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas), entidad de la Unión Europea que también ha autorizado el uso de la plata, el titanio y el aluminio como aditivos saludables para colorear algunos productos.

Aunque estos metales no alteran el sabor de los platos y los beneficios de su ingesta están aún en estudio, los expertos sí coinciden en que no son tóxicos, permanecen inalterables frente a los líquidos biológicos como la sangre, y tampoco los afectan el agua, el calor, ni el aire.

El principal motivo de aceptación, sobre todo del oro y la plata, está en el toque de espectacularidad que añade a los platos, en el placer estético que produce consumir un chocolate, o una copa de champán, rociado con pequeñas partículas del dorado metal.

Claro que su empleo como ingredientes de la alta cocina potencia la creatividad de los chefs quienes los usan en finas láminas, polvo o copos. La espectacularidad del plato multiplica también su precio pues unos 100 gramos de oro de 18 quilates, por ejemplo, pueden costar unos 40 euros y más y esto repercute, por supuesto, en el precio final del producto.

Pero el uso de estos metales no es nuevo, se dice que egipcios y romanos los utilizaban para preparar "grandes tartas recubiertas de pan de oro" y que en la Venecia del siglo XVI servían el café con unos pequeños dulces "bañados en oro" con el fin de aliviar el reuma y reforzar el corazón.

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