Falsos mitos: yogures con bifidus y L. Casei

Marta Valle

Si existe algún alimento realmente popular, desde pequeños a mayores, y que resulta un básico en cualquier dieta que se precie es el yogur. Dada esta aceptación  masiva, las marcas comerciales han destinado muchos esfuerzos en encontrar elementos diferenciadores de sus productos con respecto a los de la competencia. Esta causa es por la que algunas compañías decidieron lanzar productos que aportaran un valor añadido a la fórmula tradicional del yogur. Aquí es donde entran en escena los conocidos L. Casei y bifidus.

Tanto el lactobacillus casei como el lactobacillus bifidus son bacterias presentes en nuestro organismo de forma natural. Son utilizadas por la industria láctea para crear los llamados alimentos probióticos, con la creencia de que aportan una importante mejora tanto en el sistema digestivo como en el inmunológico, protegiendo nuestros cuerpos de diversas enfermedades.

El mito de los alimentos probióticos

Ciertamente existen numerosos estudios científicos que afirman que existen efectos beneficiosos muy elevados en el consumo regular de alimentos probióticos.  Por otra parte, existe una tendencia paralela en el seno de la comunidad científica que cuestiona la veracidad de estas conclusiones. En otras investigaciones, se ha descubierto que algunas de estas bacterias no sobreviven en el interior de los lácteos y que otros ni siquiera llegan a la molécula dónde deben realizar su función.

La autoridad europea de seguridad alimentaria, la EFSA, publicó su propio estudio en el que concluyó que el 80% de las cerca de tres mil sustancias que la industria láctea usa o pretende emplear para publicitar sus alimentos no disponen de una comprobación científica que las respalde.

El L. Casei y el bifidus

 

El lactobacillus casei compone una parte importante de nuestra flora intestinal. Interviene en procesos como la tolerancia a la lactosa, la digestión, la protección contra ataques de organismos externos y la regulación de la diarrea. Por su parte, el lactobacillus bifidus dispone sus funciones en el entorno intestinal, protegiéndolo de la acción de otras bacterias, hongos o virus dañinos para nuestra salud.

El equívoco redunda entonces en las campañas de marketing elaboradas para comercializar los productos probióticos. En ellos se tiende a realzar una supuesta función beneficiosa sobre el sistema inmunitario cuando, como hemos visto, la acción de estas bacterias se ciñe a la flora intestinal.

Yendo un poco más allá, el sistema inmunitario de los seres humanos supone un conjunto de procesos biológicos que tratan de proteger al organismo de enfermedades al identificar y eliminar células patógenas. Nos encontramos, en este caso, que dicho sistema es una estructura excesivamente compleja para realizar una afirmación de este tipo.

Las investigaciones actuales reafirman esta teoría al señalar que los lácteos con lactobacillus casei o lactobacillus bifidus modulan la actividad y composición metabólica de la flora bacteriana en un sentido muy similar a cómo lo hacen los lácteos tradicionales. En ningún caso, influyen en modo alguno en el sistema inmunológico de quién lo consume. Por lo tanto, depende de nosotras valorar si el aumento de precio que conlleva la adquisición de estos productos está o no justificado.

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