Estrés y angustia, ¿son lo mismo?
Actualmente en los tiempos que vivimos, son muchos los motivos que nos pueden causar estrés: el trabajo, la familia, situaciones personales… Cada día nos vemos obligados a responder ante una serie de responsabilidades que en la mayoría de los casos nos generan grandes tensiones.
Coloquialmente, tendemos a muchas veces a equiparar distintos términos como son el estrés y la angustia. El estrés es la respuesta automática de nuestro organismo ante una señal que consideramos amenazante, por lo que el cuerpo se prepara para el ataque, la huida o la defensa mientras que la angustia hace referencia a un estado emocional negativo que genera malestar, consecuencia o no del estrés.
Estrés y la angustia, dos conceptos diferenciados
La angustia es un estado emocional producido por una preocupación excesiva, generalmente manifestada en forma de pensamientos rumiativos que produce opresión en el pecho, sensación de que algo malo va a ocurrir, ataques de pánico... y, como consecuencia, dificultades para conciliar el sueño.
Por tanto, la angustia se puede considerar un problema de índole cognitivo, es decir, relacionado con los pensamientos. En cambio el estrés suele estar más asociado a problemas fisiológicos consecuentes de una angustia prolongada.
La angustia no suele derivar en un problema grave, ya que suele estar asociada a una determinada situación concreta en la vida de una persona y suele desaparecer cuando esta situación vuelve a la normalidad.
Ante una situación difícil, el estrés en pequeñas dosis puede ser un buen aliado ya que nos ayuda a que el rendimiento sea el apropiado, sin embargo la angustia, aunque sea en pequeñas dosis, siempre será perjudicial para el rendimiento.
Además, si mantenemos la angustia de forma prolongada cuando respondemos a una situación estresante, se puede llegar a convertir en estrés concebido como trastorno.
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