La depresión, ¿una enfermedad hereditaria?
Tu madre ha sufrido depresión, tu tía está en pleno tratamiento con antidepresivos y tu abuela no, porque en aquella época no trataban ningún trastorno emocional, sino que trataban "los nervios". Pero la imagen que tienes de la abuela es la de una señora siempre triste, siempre con dolores, que apenas se dejaba sonreír porque no creía oportuno disfrutar de la vida.
Con este cuadro familiar te puedes plantear, con toda la razón, si la depresión no será una enfermedad hereditaria, que como el cáncer, tienes todas las probabilidades de sufrir en base a tu historial familiar. Nosotras también nos lo preguntamos: ¿es la depresión una enfermedad hereditaria?
Qué es la depresión hereditaria
Hay algunos estudios que confirman la existencia de determinados genes que pueden hacernos más propensas a la depresión. Pero, como sabemos, la mayoría de los tipos de depresión se desencadenan por factores ambientales y no biológicos. En cualquier caso, tener una tendencia genética a la depresión no implica que vayamos a sufrir obligatoriamente una depresión en el futuro.
Cuando hablamos de depresión hereditaria no hablamos de genes, sino de entorno familiar. Se ha observado una mayor predisposición a sufrir una depresión cuando uno o más miembros de la familia han tenido el mismo trastorno. Pero parece un motivo más que genético, de influencia socio cultural.
Y es que el entorno familiar y social es determinante para nuestra personalidad y para nuestro equilibrio emocional. Convivir con una persona con depresión tampoco es fácil y puede debilitarnos el estado de ánimo. Por otra parte, ciertas actitudes ante la vida de las personas con tendencia a la depresión pueden traspasarse fácilmente de generación en generación.
Cómo evitar la depresión hereditaria
En estos casos de depresión hereditaria tenemos un protagonista al que no se le presta la atención que merece: el sentimiento de culpa. Un sentimiento que puede ahogar a toda una familia, que puede ir de generación en generación como una herencia de comportamiento y del que difícilmente podemos escapar si no asumimos como cierta algo fundamental: ser feliz es una obligación.
La mayoría de las veces, cuando hablamos de depresión, hablamos de tristeza, de angustia, de melancolía, pero el verdadero enemigo de la depresión, ese muro que nos impide que los tratamientos sean eficaces y rápidos es el sentimiento de culpa. Porque aún hay muchas personas que creen que no se merecen ser felices, porque no se valoran lo suficiente y su autoestima ha desaparecido.
También está muy arraigada en las familias la creencia de que no debemos estar contentas, no debemos disfrutar de la vida y no debemos ser felices cuando hemos perdido a un ser querido, cuando los problemas económicos nos aprietan, cuando nos quedamos sin trabajo, cuando tenemos una crisis de pareja...y un sinfín de situaciones adversas por las que todas hemos de pasar tarde o temprano. Pero la adversidad no debe ser un impedimento para ser feliz.
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