Alcohol y ansiedad: ¿una relación de causa o de efecto?
Las leyendas urbanas no ayudan precisamente a separar ese matrimonio tan bien avenido entre el alcohol y la ansiedad. Si los trastornos de ansiedad se caracterizan por un nivel elevado de preocupación vital, ahí está el alcohol, cual caballero andante a lomos de su corcel blanco a rescatarnos haciéndonos olvidar penas, tristezas, preocupaciones y nervios.
Y si bien en los primeros momentos el alcohol parece que calma los nervios, levanta el ánimo y nos devuelve la ilusión, pronto se convierte en otro enemigo más a combatir, por si no tuviéramos bastante con la ansiedad. Y es que el abuso de alcohol, con el tiempo, hará que lo que en principio era un periodo de inquietud, se convierta en un trastorno de ansiedad.
La relación entre el alcohol y la ansiedad
Alcohol y ansiedad caminan juntos en dos direcciones opuestas, tal y como ocurre en el caso de la depresión. Tan frecuente es el caso de una persona que no sabe cómo manejar su ansiedad y se refugia en el alcohol, como el de esa otra persona cuya dependencia al alcohol le lleva a sufrir un trastorno de ansiedad. Causa o efecto, motivo o consecuencia, el huevo o la gallina.
Poco importa cuál es la naturaleza de esta unión porque cuando alcohol y ansiedad se juntan, la destrucción es casi imparable. Claro que existen tratamientos, tanto para superar la ansiedad como para vencer la adicción al alcohol, pero para buscar un tratamiento, primero hay que reconocer que se tiene un problema. Y eso no suele suceder hasta que la degradación de casi todos los ámbitos de la vida es más que evidente. Porque lo que mejor sabe hacer el alcohol no es olvidar, sino eludir, evitar.
Desmontando los mitos sobre el alcohol
La verdad es que el alcohol no ayuda a calmar los nervios, ni mucho menos puede ser considerado como un remedio para la ansiedad. Ocurre lo mismo con el tabaco, al que mucha gente recurre en los momentos de más estrés. Los efectos del alcohol pueden parecer relajantes, pero en realidad son más depresivos que otra cosa. Tampoco ayuda mucho esa percepción de la realidad provocada por el alcohol ya que, ante un trastorno de ansiedad, lo que más necesitamos es una dosis de pensamiento lógico y racional.
Podemos observar esos efectos contraproducentes del alcohol sobre nuestro estado emocional si ponemos como ejemplo uno de los tipos de ansiedad que más acompañan a los problemas de alcohol. Una persona con fobia social teme interactuar en público, por lo que se toma un par de copas antes de acudir a algún evento con la esperanza de que la sensación de euforia que produce el alcohol le ayude a soportar el miedo y los nervios. Efectivamente, esas copas de alcohol le han dado fuerza para asistir pero una vez allí, o sigue consumiendo alcohol con los riesgos de exposición pública que ello supone, o pasados unos minutos se sentirá aún más indefenso en esa situación que le aterrorizaba.
Y es que el alcohol no ayuda en nada a la ansiedad, si acaso empeora los síntomas. Así que lo mejor que podemos hacer cuando estamos sufriendo un trastorno de ansiedad es tener lo más lejos posible el alcohol. La intención no es convertirnos en personas abstemias, sino en personas equilibradas y, hasta que consigamos ese equilibrio no queremos a nuestro alrededor nada que nos debilite emocionalmente.
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