Cómo gestionar la atracción entre hermanastros en las nuevas familias

El mundo de las relaciones de pareja debería ser tan sencillo como enamorarse, ser correspondido y pasar toda la vida juntos y felices, pero no es así. A veces las cosas se complican y por causas ajenas a los enamorados. Esto no es Romeo y Julieta, pero puede suponer un drama esa atracción entre hermanastros que a veces surge inevitablemente.

El roce hace el cariño y también el amor

A nadie le extraña hoy en día los nuevos modelos de familia que se alejan del concepto tradicional. Es frecuente que una persona con hijos se divorcie y se vuelva a casar con otra persona que también tiene sus propios hijos. Se forman así las familias ensambladas y las relaciones que se crean entre sus miembros pueden ser de lo más variadas.

Porque puede ocurrir que surja la atracción entre esos hermanastros. No son hermanos de sangre, no hay incesto en el sentido estricto de la palabra, pero la situación puede resultar de lo más irregular para el resto de la familia. Una pareja que surge dentro del mismo hogar, que de pronto te encuentras enamorada de un hermano nuevo que ha aparecido como por arte de magia y que en realidad no es tu hermano.

La única verdad es que una no elige de quién se enamora y convivir con una persona en términos tan cercanos puede hacer saltar la chispa del amor. Seguramente los enamorados lo tengan claro, que su amor es tan válido como cualquiera y que no están haciendo nada reprobable. Y seguramente quienes les rodean piensen todo lo contrario, que esa no era la idea, que la idea era que se comportaran como hermanos.

Pero cada cual tiene derecho a vivir su propia historia de amor y si una madre divorciada tiene derecho a rehacer su vida sentimental y formar una nueva familia, la hija de esa madre también tiene derecho a recibir a su nueva familia en los términos que ella crea convenientes o, en este caso, inevitables. Porque el amor no se elige ni se busca, aparece sin más.

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