Historia de amor para llorar: el amor roto por la infidelidad
Paula apenas podía creerse su suerte, la suerte que tenía de tener un trabajo que la encantaba, de haberse mudado a aquella ciudad costera que adoraba y de haber encontrado, por fin, su mejor historia de amor. Porque no había ninguna duda: Marcos era el hombre de su vida, su príncipe azul, su media naranja.
No se lo creyó cuando decidió comenzar una nueva vida cinco años atrás, cuando se decidió a establecerse en una ciudad que, en principio, era una ciudad de vacaciones, ni cuando conoció a Marcos y la sedujo con su sonrisa natural, sus ojos rasgados y esas manos que la llevaban al paraíso con tan solo un roce. No se lo creyó entonces y tampoco podía creérselo ahora.
Una historia de amor para disfrutar
Durante todo este tiempo Paula había aprendido a disfrutar de su historia de amor sin reservas, a proteger en su memoria todos los momentos mágicos, que eran muchos más que los conflictos, a cuidar su relación con raciones diarias de caricias, "te quieros" y miradas cómplices. Y había aprendido a darse por completo, a entregarse. En resumen, estaba loca por aquél príncipe azul que había irrumpido en su vida una tarde de otoño.
Y ¿cómo no rendirse ante un hombre como Marcos? Si él era cariñoso, divertido, la llenaba de caricias y risas, de atenciones constantes. Si no había nadie como él para relativizar los conflictos de la convivencia, si todo lo hacía más fácil. Si la vida tenía más color al lado de Marcos, si con Marcos era más feliz. Si él la quería como nadie la había querido nunca.
Llorar en una historia de amor
Pero un buen día, su bella historia de amor se vino abajo. El amor llegó a su fin de una forma tan común, tan de manual, de una forma de esas que pasan todos los días que Paula lloraba y lloraba porque su historia de amor especial se hubiera terminado de una forma tan vulgar más que por la pérdida misma del amor.
Y no dejaba de llorar. Ocurrió en otra tarde de otoño cuando Paula regresaba de un viaje. Volvía de visitar a su familia y había adelantado el regreso para aprovechar sus últimos días libres dedicándoselos al hombre que amaba. Porque se había dado cuenta que le costaba vivir sin sus abrazos, que no dormía apenas si no sentía su cuerpo y que los días eran más luminosos si estaban juntos.
Fue una gran sorpresa. Paula intuyó que algo iba mal nada más abrir la puerta. Sólo lo intuyó porque no quería creerse lo que estaba ocurriendo en el piso de arriba. Esas risas que tenían que ser las suyas pero no lo eran. Dudó entre comprobarlo o darse la vuelta y olvidarlo, porque no quería que su mundo acabara, no quería que su historia de amor acabara.
Sin embargo, su amor llegó a su fin. Subió las escaleras solo para dejar constancia de que había estado allí. Y allí parada en la puerta entreabierta de la habitación la vieron Marcos y la mujer que estaba disfrutando tanto con él. Entonces Paula empezó a llorar, se dio la vuelta susurrando un adiós y siguió llorando mucho tiempo más.
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