Historia de amor para el recuerdo: cuando no queda nada más que el amor

Laura Sánchez, Filóloga

Cuando él ponía una flor en su mano era cuando ella mostraba la primera sonrisa del día. Luego, esa sonrisa de reconocimiento o de recuerdo volvía a aparecer cuando él le mostraba alguna fotografía o le llevaba algún souvenir que habían comprado en sus viajes. Hacía tantos años ya. También sonreía cuando él decía alguna de sus frases cómplices que le traían a la mente recuerdos de una vieja historia de amor.

Una vida olvidada

Pero ella solo le sonreía a él y a su flor. No sonreía a los demás abuelos de la residencia, ni a las enfermeras que la cuidaban, ni a sus hijos, ni a sus nietos. No los reconocía. Solo le sonreía a él, que no sabía quién era, pero cada día le llevaba una flor. Y la flor era un chispazo de recuerdo. Por un instante podía intuir que había tenido una vida, una vida feliz.

Hacía tiempo que los médicos le habían diagnosticado Alzheimer, pero ella había empezado a olvidarse mucho antes. Cuando murió su hija, el dolor fue tan insoportable que tuvo que apagar todos sus sentidos y no quiso recordar nada. Poco a poco fue olvidándose de quién era, de dónde vivía, no recordaba a sus hijos, ni a sus nietos, ni siquiera recordaba a su marido. Tan solo le sonreía cuando le ponía una flor en la mano.

Un amor en el recuerdo

Un ritual que él mantenía desde hacía más de 40 años. Desde el día en que él hizo su proposición de matrimonio, sin anillo, pero con una flor. Él se arrodilló y le entregó una flor y con la flor le prometió amor eterno. Siempre la amaría, cada día de su vida la amaría y cada día de su vida ella tendría una flor. Él cumplió su promesa. Y ella comenzaba el día con una flor y una sonrisa. Cada día de su vida.

Cuando ella se levanta se encontraba un flor en la mano y así cada día. El día después de su boda, ella se despertó con una flor en la mano; el día que llovía, ella se despertaba con una flor en la mano; el día que hacía calor, ella se despertaba con una flor en la mano; el día que dio a luz a su hija, ella se despertó con un bebé en los brazos y una flor en la mano. Así todos los días de su vida excepto uno. El día que su hija murió. Aquél día no hubo flor.

Y cuando ella fue olvidándose de todo, cuando ella fue perdiendo la memoria, él seguía entregándole una flor al despertar. Y cuando ella fue ingresada en la residencia, él iba a cada día a darle su flor. Así ella se olvidó de todo menos de su historia de amor. Una historia de amor para el recuerdo o una historia de amor imposible de olvidar.

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