Historia de amor loco: un viaje alrededor del mundo
Su vuelo no terminaba de salir y María estaba ya desesperada en aquella sala de aeropuerto ansiosa porque estaba a punto de cumplir su sueño: un año entero viajando por el mundo. Podría ir a cualquier lugar, sin prisas, quedarse o marcharse, siguiendo tan solo su instinto. Pero el maldito avión no acaba de salir y estaba empezando a pensar que el retraso era un mal presagio.
En aquella misma sala de aeropuerto también estaba Daniel, también ansioso por comenzar otra aventura personal tan parecida a la de María. Aunque ellos todavía no lo sabían, el destino quiso retrasar aquel vuelo para darles tiempo a María y a Daniel a gestar su propia historia de amor. Y para convertir sus sueños en realidad. Y para fundir dos ilusiones individuales en una sola.
El comienzo de la aventura
La frialdad del aeropuerto no pudo con la complicidad de dos personas que se morían de impaciencia. Como si sus urgencias se hubieran estado buscando, Daniel y María entablaron la típica conversación de queja por el retraso del vuelo. Una conversación corriente que se convertiría minutos más tarde en una proposición bien indecente. Porque en cuanto Daniel supo los planes de María, le propuso que hicieran ese viaje juntos.
María supo inmediatamente que iba a aceptar la proposición. Y lo que más le preocupaba en los segundos que tardó en responder no era que iba a lanzarse a la aventura de un largo viaje con un auténtico desconocido, sino que no había dejado a ninguna de sus amigas acompañarla porque quería hacerlo sola. Se había convencido a ella misma, y había convencido a todos, que necesitaba ese año para estar a solas consigo misma y ahora se estaba escuchando diciéndole que si a Daniel.
Un año de amor
Así fue como empezaron Daniel y María una auténtica aventura vital, que era al mismo tiempo una gran aventura sentimental. No tuvieron reparos en compartir habitación ni cama, no tuvieron reparos en amenizar sus noches con juegos que luego pasaron a los besos y luego al sexo. Y sin darse cuenta estaban convertidos en una pareja que daba la vuelta al mundo.
Si alguno de los dos hubiera reflexionado acerca de la situación probablemente hubiera salido corriendo. Y es que era una auténtica locura, pero una locura que estaba saliendo genial. Porque ni María ni Daniel habían logrado esa compenetración con ninguna otra persona. Porque se divertían como locos, porque disfrutaban como locos. Un amor que surgió de forma inesperada, que ellos aceptaron sin preguntas, pero que tenía fecha de caducidad.
Cualquier año sabático tiene un final. Y ese año que María y Daniel pasaron descubriendo el mundo, recorriendo mares y continentes, pero además amándose como locos, también tenía un final. Ninguno de los dos se planteó continuar con la historia de amor al regresar. No sería igual.
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