Historia de amor entre animales: enamorados de la libertad
Se conocían desde la infancia, habían crecido juntas, se habían equivocado juntas, habían compartido secretos, habían descubierto los trucos para sobrevivir y no se habían separado jamás. Desde sus primeros intentos por echar el vuelo, ambas gaviotas, se habían caído juntas, pero también se habían levantado juntas. Esta es la historia de amor de dos gaviotas que amaban la libertad.
Gaviotas en el mar
Vivían en un pueblo costero, atestado de turistas en verano y casi desierto en invierno. Era el lugar ideal para todas esas gaviotas que viven junto al mar, disfrutando del ajetreo veraniego tanto como de la tranquilidad invernal. Nuestras dos gaviotas protagonistas de esta historia habían crecido juntas en aquél pueblo costero y no conocían nada más. Sus mayores siempre les advertían, desde que sus primeros vuelos, que no podían alejarse de la costa.
Nuestras dos gaviotas no eran de las que se conforman fácilmente. Y desde pequeñitas desarrollaron un espíritu rebelde y curioso que era incompatible con los límites impuestos. No dejaban de preguntarse para qué querían volar si no tenían libertad. Algo que les hacía cuestionar en todo momento las normas del grupo de gaviotas y que les creaba infinidad de conflictos con los demás. Pero se tenían la una a la otra. Eso siempre.
La cosa empeoró cuando un día llegó una gaviota de muy lejos. No pertenecía al grupo, no pertenecía a ningún grupo de gaviotas, porque aquella gaviota iba por libre. Y contó sus andanzas por tierras extrañas, por tierras y no por mares, como hubiera sido lo normal. Y contó que hay un mundo maravilloso en el campo en el que vuelas entre aromas deliciosos de árboles frutales y flores silvestres.
Volando en libertad
Nuestras dos gaviotas fijaron su objetivo en ese campo ideal del que hablaba la gaviota que vino de lejos. Preguntaron a las gaviotas más mayores y todas les decían lo mismo. Que no podían marcharse tan lejos, que nunca perdieran de vista el mar, que las gaviotas no pueden vivir en el campo. Todo era no, pero ellas no perdieron la ilusión, porque no estaban solas, se tenían la una a la otra.
Y juntas, con esa seguridad que da tener el apoyo incondicional de alguien que es como tú, de alguien que va a quererte pase lo que pase, abandonaron el grupo para cumplir un sueño: volar libres. Y volaron libres dejando atrás la línea de la costa, se adentraron tierra adentro sobrevolando peligrosas autopistas, sorteando cableado eléctrico y molinos de vientos.
El viaje fue intenso, fue peligroso, pero también emocionante y confirmaron que se tenían la una a la otra. Las gaviotas llegaron a un campo, con flores, con frutales y con aromas embriagadores y desconocidos, tal y como les contó la gaviota que vino de lejos. Y decidieron quedarse allí, hasta que sus ganas de volar libres quisieran llevarlas a otro campo, a otros bosques o a donde fuera. Pero siempre juntas y siempre libres.
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