Historia de amor en el trabajo: enamorada en la oficina

Laura Sánchez, Filóloga

Por las mañanas se levantaba con pánico. No era el disgusto de madrugar, era esa sensación de agotamiento por no querer afrontar una nueva jornada laboral, por no querer verle la cara a ese jefe prepotente, maleducado y mezquino. Rosana lo estaba pasando tan mal que el médico ya le había dado un toque de atención para cuidar su depresión. Fue el día en que Rosana se decidió a escribir su carta de dimisión y entregársela al jefe en persona cuando empezó una increíble historia de amor en el trabajo.

Conociendo al jefe

El día que decidió entregar su carta de dimisión, Rosana se levantó mucho antes, pero se levantó mucho más contenta, con una energía especial, esa que surge de haber tomado una decisión que debías haber tomado mucho tiempo antes. Por fin iba a sentirse libre y llegó a la oficina antes que sus compañeros, sabiendo que aquél jefe al que no iba a volver a ver estaría ya en su puesto.

Se había puesto un traje espléndido, se había maquillado con maestría, realmente estaba espectacular, y es que Rosana se sentía realmente bien por primera vez en muchos meses. Incluso se había preparado un discurso para dejar a su jefe a la altura del betún, aunque no estaba segura de ser capaz de articular palabra. Daba igual, bastaba con entregar su carta de dimisión y salir de aquella oficina de pesadilla.

Pegó dos toques en la puerta del despacho de su jefe y entró sin esperar a ser invitada. Tal vez por eso se quedó paralizada. Se quedó desarmada nada más entrar, adiós su discurso, adiós su despedida. Sentado al otro lado de la mesa no estaba su odiado jefe, sino Carlos, un antiguo amor de la universidad. Ella no podía creer lo que estaba viendo; él tampoco.

Recuperar un viejo amor

Cuando Carlos recuperó el habla de ver frente a él al amor de su vida, a la única mujer que no había podido quitarse de la cabeza, Rosana, que le perseguía en sus sueños, que ocupaba sus pensamientos dormido y despierto, cuando pudo articular palabra, le contó que el jefe había sido destituido. Que allí estaba él para darle un nuevo aire a la empresa. Aire. Eso era lo que necesitaba.

Aire que estaba tomando Rosana, con el corazón acelerado, con la sonrisa boba que siempre se le ponía cuando estaba con Carlos, con ese cosquilleo en el estómago, con ese deseo de abrazarle sin descanso. Por eso le había dejado, porque con él era incapaz de controlar sus impulsos. Y llevaba tantos años arrepintiéndose de haber puesto fin a la relación.

Rosana se fue acercando a la mesa, se fue acercando a Carlos sin dejar de sonreír. Estaba feliz de no ver a su jefe, pero más feliz estaba de volver a ver a Carlos. Iba a darle el abrazo que llevaba tanto tiempo necesitando, ese abrazo que calmaba su tristeza, ese que le hacía recobrar el ánimo. Hasta que al final se acercó tanto que recuperó todo el amor.

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