Historia de amor dolorosa: el punto final al amor

Laura Sánchez, Filóloga

Cuando Carla conoció a Antonio supo que acababa de encontrar al amor de su vida. Cuando Antonio conoció a Carla supo que era la mujer que llevaba buscando tanto tiempo. Así que no les llevó mucho tiempo decidirse a formar una pareja estable, de esas que durarían toda la vida. Sin embargo, la estabilidad de esta pareja no garantizaba una bonita historia de amor, ni siquiera una historia de amor.

Vivir con el amor

A los dos meses de conocerse Carla y Antonio se fueron a vivir juntos. No había por qué esperar a consolidar su relación cuando ambos tenían tan claro que habían encontrado a su media naranja. El principio de la convivencia no mostró sino amor y comprensión. Carla generosa y Antonio impecable, asumieron sus roles desde el principio.

No había pasado ni un año cuando Antonio le hizo a Carla una proposición de matrimonio de esas de película y Carla apenas podía creerse la suerte loca que había tenido por haber conocido al amor de su vida que resultaba ser un hombre romántico y detallista. Poco duró la pose de Antonio, que solo quería una esposa para pintar de normalidad su doble vida. Carla era su coartada.

El amor ciego de Carla le impidió ver lo que pasaba. Las ausencias de Antonio en las comidas familiares, sus viajes de negocio que a veces duraban un par de semanas, sus cuentas bancarias separadas, sus conversaciones telefónicas encerrado en el cuarto de la plancha. A Carla ni se pasaba por la cabeza pedir explicaciones, ni siquiera preguntar los motivos de algunas de sus excentricidades. Porque Carla era, sobre todo, una esposa abnegada que comprendía perfectamente la necesidad de espacio en la pareja.

Morir de amor

Tampoco tenía Carla motivos para sospechar que su marido la engañaba de alguna manera. No tenía motivos para dudar del amor que le profesaba Antonio, porque a pesar del paso de los años, él no había perdido su faceta detallista y seguía regalando a Carla tantas sonrisas y tantas caricias como al principio. Únicamente hubo un día en el que Carla se sintió contrariada. Antonio había dejado su maletín sobre el sofá y por una esquina sobresalía levemente un papel de regalo infantil.

En lugar de preguntar qué hacía él con un papel de regalo infantil, como hubiera hecho cualquiera, Carla lo olvidó de inmediato. Ni siquiera se planteó que su marido podría haber comprado un regalo para el hijo de algún compañero de trabajo, lo que hubiera sido perfectamente normal. No se planteó absolutamente. Lo extraño es la forma en que borró la visión como impelida por una fuerza oscura, por un mal presagio. Pero no era ella una mujer que fuera a permitir a los malos augurios entrar en su estable y equilibrada vida.

Unos días más tarde, estando su marido en uno de sus viajes de negocios, Carla recibió una llamada del hospital. Debía ir de inmediato. Antonio había tenido un accidente de coche. Los médicos habían hecho todo lo posible, pero no pudieron salvarle. Fueron los médicos los que salieron a dar la noticia del fallecimiento de Antonio a su familia. Y dudaron entre comunicárselo a Carla o a una mujer que llevaba un niño en brazos.

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