Historia de amor de película: el amor que siempre soñaste
Un flechazo de película
Estaba tan nerviosa que no sabía si iba a atreverse a salir. Pidió a sus damas de honor que la dejaran sola un momento y se apoyó en la mesa, con su ramo de novia al lado, a digerir lo que estaba a punto de pasar. Estaba a punto de ser la protagonista de la boda que siempre había soñado, de ser la protagonista de una verdadera historia de amor. Todo había ocurrido tan rápido que le costaba creérselo. Todo había ocurrido tan rápido y tan perfecto.
Flechazo de película
Ella había viajado hasta París, sola. Que estuviera soltera no le iba a impedir disfrutar de la ciudad del amor y allí se plantó con su maleta dispuesta a conocer la ciudad de sueños. Resulta que se había cansado de esperar al amor de su vida, al digno acompañante de visitar París junto a ella.
Hizo bien en ir sola, porque el amor de su vida la estaba esperando allí. Le conoció nada más llegar, en el ascensor del hotel en el que ambos se alojaban. Cupido mediante, los dos notaron al mismo tiempo el desgarro en el corazón, un desgarro sin dolor, placentero. Un flechazo de verdad.
El espacio reducido del ascensor y los escasos minutos que tardó en subir al ático bastaron para confirmarle a ella que acaba de encontrar a su príncipe azul y para que él supiera con toda seguridad que iba a prolongar su estancia de trabajo en París unos cuantos días más.
No es difícil entablar una conversación en el pasillo cuando dos personas quieren lo mismo, como tampoco fue muy difícil que él la invitara a cenar esa misma noche. Ella disfrutó de la cena romántica en París, tal y como siempre la había soñado, al lado de un desconocido del que ya estaba locamente enamorada. Y él indagó más en sus sueños.
Cumpliendo sueños de amor
Empezaron a conocerse, por dentro y por fuera. Se amaban rápido, porque jugaban contra el tiempo, pero se amaban por entero, intensamente, como solo pueden hacerlo dos personas que se unen por los lazos más fuertes, por los lazos que ata el destino. Ya no quisieron separarse más. Fue cuando él le hizo la proposición.
Él, que ya sabía todos sus sueños, que estaba dispuesto a que se hicieran realidad, le propuso matrimonio al estilo parisino, al estilo de una película, a orillas del Sena, rodilla en suelo y completamente seguro de que ella iba a aceptar. No podía ser de otra manera. Y así consolidaron su flechazo, su historia de amor.
Ahora, ella estaba nerviosa. Ahora estaba a punto de dar el "sí, quiero", en aquél castillo francés, delante de toda su familia, de todos sus amigos y de tantos desconocidos que no acababan de creerse su historia de amor. Pero ella sabía que su amor no era de película, su amor era real. Así que se recompuso el vestido, agarró con fuerza el ramo de novia y fue a su encuentro.
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