Historia de amor de cuento: hadas en el bosque

Laura Sánchez, Filóloga

¿Quién no ha querido vivir una historia de amor de cuento? ¿quién no ha querido encontrarse con un hada en el bosque y pedirle unos cuantos deseos? Pero para poder vivir una historia de amor de cuento de hadas es necesario creer, mantener la ilusión y la confianza en esos seres mágicos de belleza excepcional que habitan en bosques y ríos.

Hadas de amor en el bosque

Estela estaba pasando el fin de semana en una cabaña en medio del bosque, completamente sola. Sin sus amigas, sin su hermana y, mucho menos, sin su novio Rubén, con el que había discutido el día anterior. Por eso, y porque era solo una de las muchas discusiones que estaban teniendo en los últimos meses, Estela se había marchado sola, a encontrar una solución o a tomar una decisión que no quería tomar.

Confiaba en que el susurro del viento le contase algún secreto, que el sonido del arroyo llevara también las palabras de aliento que necesitaba o que las hojas al caer le fueran mostrando el camino. Para eso estaba el otoño, para contar verdades. Así, le dijo al viento que amaba a Rubén con toda su alma, pero le preguntó a las hojas si sus eternas discusiones iban a entrometerse siempre en su relación.

Se encontraba Estela planteando sus dudas y sus certezas al otoño cuando una tremenda punzada de angustia la dobló, la hizo sentarse junto al arrollo y le arrancó lágrimas imparables de impotencia. De pronto, de entre las aguas del arroyo surgió una mujer bellísima, de pelo negro tan largo y con una tez tan blanca, tan transparente, que casi se fundía con el agua.

La magia de las hadas del amor

El hada secó las lágrimas de Estela acariciando sus mejillas con su sonrisa y se sentó a su lado diciéndole que aquellas lágrimas por amor eran las que la habían despertado. Tal vez podría ayudarla, porque el hada solo podría volver a su descanso en el arrollo cuando a su alrededor hubiera sonrisas y también ilusión. Estela pensó que en una charla con aquella mujer mágica y fascinante encontraría la solución a sus problemas.

Le fue contando al hada sus dudas, no sobre el amor, sino sobre la relación. Ella y Rubén se querían con locura pero no lograban entenderse. Tal vez el amor no era suficiente, tal vez ninguno de los dos estaba preparado, tal vez no se estaban esforzando lo suficiente. Pero el hada no quería escuchar los detalles, el hada no era un hada de autoayuda, era un hada mágica.

El hada puso una enorme flor blanca entre la mano de Estela y la suya. Mientras Estela visualizaba a Rubén, la energía iba pasando de mano en mano. La flor se iba deshaciendo convirtiéndose en un líquido dorado que caía al suelo y de él iba surgiendo la figura de Rubén hasta que se materializó y abrazó a Estela. Estela no podía dejar de sonreír y el hada volvía a su descanso en el arrollo. Pero antes de desaparecer, le dijo a Estela con una mirada que siempre estarían juntos.

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