Historia de amor de contrarios: la atracción de los polos opuestos
Dicen que los polos opuestos se atraen, pero nadie confirma si esa atracción es suficiente para vivir una historia de amor. La unión de contrarios puede dar buenos resultados en literatura, en filosofía y puede que hasta en física, pero en el amor no es garantía de un final feliz. Aún así, la intensidad, la pasión y el exceso de dos polos opuestos que se atraen y que se aman, es algo que merece la pena vivir. O sufrir.
Polos opuestos que se atraen
Judith quería ser como Ernesto. Así de divertida, así de sociable, así de excesiva, así de no preocuparse por nada, así de estar lista para cualquier evento, en cualquier momento, en cualquier lugar, así de espontánea, así de liberal. Pero no podía. Por más que lo intentaba no lograba romper sus propias barreras. Por eso amaba a Ernesto con locura, porque representaba todo aquello que ella quería ser y no podía.
Ernesto se amaba a sí mismo, pero también a Judith. Ernesto agradecía el papel que Judith jugaba en su vida, a modo de ansiolítico que calmaba su brutal energía. Su natural predisposición a los excesos encontraba ciertas barreras en su novia y eso le había salvado de más de un problema. Tenía que reconocer que necesitaba esa dosis de sosiego, equilibrio y organización que Judith le proporcionaba. Por eso la amaba con locura.
Ninguno de los dos dudaba del amor del otro. Los dos sabían que se querían con locura, como también sabían que no se soportaban. La convivencia consistía en esa calma tensa que precede a la tormenta. Una bomba explota, gritos, discusiones, amagos de ruptura. Y luego la pasión de la reconciliación. No llevaban la cuenta de las veces que habían roto en los cuatro años que llevaban juntos. Pero ninguno de los dos se alejaba demasiado, porque no podían vivir el uno sin el otro.
Ni contigo ni sin ti
A veces no podían más, de tanto como se querían y de tanto como se odiaban. A veces Judith se iba de casa por una temporada y probaba a tener una relación funcional, equilibrada. Y a Ernesto se le rompía el corazón y le pedía que volviera. Ella no podía negarse, porque la energía de Ernesto la arrastraba hacia él como un imán. Así volvían. Así lo volvían a dejar.
Pero los años no pasan en vano para nadie. Los años van restando fuerzas, van mermando energía y van desdibujando sonrisas. Ernesto y Judith se seguían amando con locura, necesitaban a su contrario, dependían el uno del otro. Sin embargo, cada discusión, cada ruptura les iba debilitando un poco más. Y no se daban ni cuenta, porque ya estaban acomodados en ese amor odio en el que habían convertido su relación, pero habían dejado de sonreírse.
Ya no se sonreían, ya apenas se miraban, ya ni siquiera discutían. Porque ya no se importaban. El amor se había escapado entre gritos y abrazos. Siendo como eran dos personas honestas, cuando reconocieron que el amor se había acabado rompieron una vez más. Esta vez sin discusión de por medio. Y lo intentaron, intentaron vivir sus vidas por separado, intentaron ser felices solos, con otras personas. Y no lo consiguieron.
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