Historia de amor con moraleja: el que la sigue, la consigue
Él la vio bajarse del coche, a ella y a su niña. Y enseguida empezó un frenético movimiento de cajas, bolsas y maletas que iban sacando del coche. Indudablemente acababan de llegar y él les dio una bienvenida silenciosa desde la ventana de su casa, al otro lado de la calle.
Porque desde el momento en que la vio, sonriendo a su niña, se enamoró de ella. Dicen que eso es un flechazo, esa sensación de encontrarte de repente con el amor, con una persona que aún sin conocerla, estás tan seguro de que es el amor de tu vida. Y así es como empezó esta historia de amor.
Primer encuentro de amor
Apenas pudo esperar un par de horas para acercarse llamar a la casa de las recién llegadas y ofrecerse a ayudarlas en lo que hiciera falta. Lo había visto hacer miles de veces en las películas, presentarse, dar la bienvenida, entregar un dulce y ofrecerse; en este caso, entregarse. Porque en cuanto se abrió la puerta y sintió la profundidad de sus ojos azules, se entregó a ella por completo.
Ella le agradeció el gesto, otra vez esa sonrisa, y le aseguró que tomaría en cuenta su ofrecimiento. Pero la verdad es que no pensaba hacerlo. Quería muy lejos a cualquier hombre mínimamente atractivo, y éste lo era bastante. No pensaba ni mirarle, para ser más exactos. Hombres seductores, que te enamoran, te atrapan y luego te traicionan dejándote con una hija y el corazón destrozado.
Pero los encuentros se hicieron inevitables por la proximidad, por la convivencia entre vecinos y por el desconocimiento del nuevo entorno. ¿Qué daño podía hacerle a ella y a su hija que un vecino amable y generoso las enseñara el barrio? De ahí a reparar la valla del jardín y compensarle con un vino tinto pasó un tiempo. Pero pasó.
Tan cerca del amor
Él se lo tomó con calma en cuanto intuyó la situación. Era evidente que esa mujer había sufrido por amor, aún estaba sufriendo. Y prefirió jugar en un plano discreto, observando, anotando y sumando hasta que ella estuviera lista para un nuevo amor. No fue fácil ocultar sus sentimientos, tenía que notarse que estaba loco por ella. Pero superó la prueba.
Después de muchos meses sujetándose los brazos cuando quería abrazarla, cerrando su boca cuando quería besarla, callándose todo lo que el corazón le iba dictando, un día notó algo. Ella ya podía rozarle el codo cuando caminaban juntos, ya mantenía su mirada cuando hablaban y ya se atrevía a invitarle a tomar algo los dos solos. Sí, un buen día ella se atrevió a hacerlo.
Y él no dejó pasar la oportunidad. Y ella se dio otra oportunidad.
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