Charlene de Mónaco: la princesa triste

1 de noviembre. La mujer del día es hoy Charlene de Mónaco, la princesa triste que mantiene un rictus de amargura desde días antes de su boda con el príncipe Alberto de Mónaco. De eso hace ya más de tres años, pero esta mujer de porte principesco no parece aceptar bien su título. La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?

Charlene de Mónaco: futura mamá de gemelos

Esta es la historia de una de esas mujeres con suerte que encontraron a su príncipe azul. Charlene Wittstock era una nadadora profesional sudafricana. Una mujer de éxito en la natación con un cuerpo de escándalo y además era una chica de hermoso pelo rubio y sonrisa cautivadora a la que era imposible resistirse. Un buen día un príncipe, no tan apuesto como todas esperaríamos, se enamoró de la sonrisa de la bella Charlene.

El príncipe era un príncipe de verdad y además de la Costa Azul. Alberto de Mónaco se fijó en Charlene y decidió convertirla en su esposa legítima, esa que le daría herederos al trono de Mónaco, que para eso están las esposas legítimas. Entonces el príncipe decidió cambiar su imagen de fiestero y casquivano apoyándose en la majestuosa figura de su por entonces aún novia Charlene.

Mientras duró el noviazgo, Charlene seguía sonriendo y el mundo entero admiraba a la digna sucesora de la mítica princesa Grace Kelly. Pero algo pasó poco antes de su boda con el príncipe Alberto. Dicen que el príncipe le robó la sonrisa a la futura princesa, pero no sabemos los motivos. El caso es que esta hermosa mujer de sonrisa encantadora y mirada brillante apareció en su propia boda con un rictus de amargura que no la ha abandonado desde entonces.

Ni siquiera su embarazo de gemelos ha conseguido transformar el gesto serio de Charlene de Mónaco. Aunque dicen las malas lenguas que lo provoca su inmovilismo facial no es la tristeza, sino los retoques estéticos. No, no sería la primera princesa joven que enmascara su naturalidad a golpe de bisturí.

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