La romántica leyenda mexicana de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl
La mitología mexicana convierte en volcán a los amantes Iztaccíhuatl y Popocatépetl
- La historia de amor que esconden los volcanes mexicanos Iztaccíhualtl y Popocatépetl
- Un amor indestructible en forma de leyenda y volcán
México es una tierra bendecida por su gran diversidad geográfica y geológica, la cual maravilla a autóctonos y turistas con sus extraordinarios paisajes. Lo cierto es que hay muchos para elegir, pero toca escoger uno en concreto.
Así que, en este artículo, nuestra parada la hacemos para admirar en todo su esplendor el Valle de México, donde reinan los volcanes Iztaccíhualtl y Popocatépetl. ¿Sabes que detrás de ellos se esconde una preciosa y romántica leyenda mexicana? ¿Te apuntas a conocer con Diario Femenino el secreto que guardan?
La historia de amor que esconden los volcanes mexicanos Iztaccíhualtl y Popocatépetl
Los volcanes son fuego y representan la pasión de la Madre Tierra. A través de ellos ruge, sangra y escupe su fuego interno para canalizar su dolor. Y no hay dolor más profundo que aquel que nace de un amor anhelado, perseguido, buscado… pero malogrado. No siempre hay final feliz. Pero no hagamos spoiler.
Muchas son las versiones que esconde la Leyenda mexicana de los Volcanes, cuyo escenario se sitúa en el Valle de México. Y nosotras, desde aquí, queremos descubrirte esta bonita historia que mezcla en su coctelera amor, pasión, determinación, guerra, poder y lucha. El Popocatépetl y el Iztaccíhualtl son sus auténticos protagonistas, que si bien antes fueron de carne y hueso, ahora son roca y lava, y testigos de la vida de los mexicanos.
Pero empecemos por el principio. Según atesora la mitología mexicana, la bella y joven princesa Iztaccíhualtl vivía enamorada del valiente y aguerrido Popocatépetl. Sin embargo, su amor parecía imposible. En silencio y a escondidas vivían su pasión, ya que la diferencia de su condición social había escrito sus destinos y éstos no discurrían por el mismo camino.
Ella, con el tiempo, estaba llamada a convertirse en una gran señora y madre del futuro líder; y él, en un guerrero que modestamente acabaría manteniendo a su pequeña familia.
No obstante, los valientes son aquellos que se atreven a reescribir su destino. Su amor era verdadero y en la pelea por él no se puede perder. Así fue como el padre de la princesa Iztaccíahualt, el cacique de los Tlaxcaltcas, se hizo con los servicios guerreros de Popocatépetl para luchar en la gran batalla de Oaxaca.
Si el joven regresaba victorioso, la mano de su amada sería suya. Pero había en juego algo más que el amor en esa guerra. Y es que, el imperio Azteca estaba entonces en su esplendor y dominaba el Valle de México mientras explotaba y asfixiaba con tributos a los pueblos de los alrededores. Así, vencer y alcanzar la libertad era por lo que se peleaba en el campo de batalla.
La lucha fue sangrienta. Hubo muertos, de ambos bandos. Pero el amor protegió a Popocatépetl y se hizo con la victoria. Con la cabeza de su enemigo ensartada en una lanza el joven regresó para reclamar su premio: su amor.
Sin embargo, un festín por su triunfo es lo único que consiguió. No, nadie faltó a su palabra. Y es que, mientras se desarrollaba la batalla, a la princesa Iztaccíahualt fue a buscarla la muerte. Tras engañarla un pretendiente despechado al decirle que su amado había caído en combate, la tristeza paró su corazón. El destino se reafirmaba: los amantes no unirían sus caminos.
Un amor indestructible en forma de leyenda y volcán
El dolor se instaló en el alma del joven guerrero. Y con el corazón roto llevó el cuerpo de su amada a un monte. Y fue allí, donde los dioses, reconociendo el amor verdadero, convirtieron a la princesa en un volcán. Para custodiar y velar el sueño eterno de Iztaccíahualt, Popocatépetl permaneció a su lado con una antorcha para dar luz a su princesa y ahuyentar a los malos espíritus y a los huracanes juguetones.
En reconocimiento a su persistencia, constancia, lucha y amor, los dioses acabaron por regalarle a Popocatépetl la inmortalidad. Así fue como acabó convertido también en volcán y, siglo tras siglo, ambos aún hoy reinan en el Valle de México con sus cumbres nevadas y alguna fumarola volcánica en recuerdo de su pasión.
Según la geología, México cuenta con más de 2.000 volcanes. Y seguro que la ciencia da una explicación más prosaica al nacimiento de Iztaccíahualt y Popocatépetl, que hoy ofrecen una bella postal. Pero, ¿no es más bonito pensar en leyendas, amor, promesas, guerra y dioses que en movimientos de placas tectónicas?
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