Si Dios fuera mujer
Un miércoles, día 20 de mayo de 2009, fue sepultado en Montevideo, Uruguay, uno de los más importantes escritores que ha dado el universo latinoamericano, Mario Benedetti (1920-2009). Su obra literaria cultivó casi todos los géneros incluido el periodismo, siempre con maestría y sensibilidad.
La mujer fue uno sus temas recurrentes y nunca faltó la postura respetuosa, no ya de los hombres de su generación, sino también desde la altura que le concedía ser culto y justo. El amor profesado a su esposa, su Luz, la única, la de siempre, lo llevó a morir de a poco desde que en aquel triste 2006 ella no estuvo más.
Su obra tampoco distinguió de barreras generacionales y desde que su más conocida novela, La tregua (1966), rodó de mano en mano, la diferencia de edad dejó de ser un terrible pecado para convertirse en una peligrosa pero auténtica puerta al amor.
Por eso, y por muchas otras razones, en su sepelio rodaron por igual lágrimas de jóvenes con piercing, que de ancianos aún agradecidos de aquellos versos oportunos y persuasivos escritos de prisa en sus esquelas de novios.
Desde ahora Benedetti vivirá en la gracia eterna que concede el arte a los cultores de la belleza. Ha ganado el derecho a ser inolvidable e imprescindible.
Aquí les dejo uno de sus poemas, en él intenta desde una pregunta que muchos nos hemos hecho alguna vez, nos reverencia.
¿Y si Dios fuera una mujer?
- Juan Gelman
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
La mujer fue uno sus temas recurrentes y nunca faltó la postura respetuosa, no ya de los hombres de su generación, sino también desde la altura que le concedía ser culto y justo. El amor profesado a su esposa, su Luz, la única, la de siempre, lo llevó a morir de a poco desde que en aquel triste 2006 ella no estuvo más.
Su obra tampoco distinguió de barreras generacionales y desde que su más conocida novela, La tregua (1966), rodó de mano en mano, la diferencia de edad dejó de ser un terrible pecado para convertirse en una peligrosa pero auténtica puerta al amor.
Por eso, y por muchas otras razones, en su sepelio rodaron por igual lágrimas de jóvenes con piercing, que de ancianos aún agradecidos de aquellos versos oportunos y persuasivos escritos de prisa en sus esquelas de novios.
Desde ahora Benedetti vivirá en la gracia eterna que concede el arte a los cultores de la belleza. Ha ganado el derecho a ser inolvidable e imprescindible.
Aquí les dejo uno de sus poemas, en él intenta desde una pregunta que muchos nos hemos hecho alguna vez, nos reverencia.
Si Dios fuera una mujer
¿Y si Dios fuera una mujer?
- Juan Gelman
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
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