Obsolescencia programada: nacidos para morir

Saúl C. Montaño Quintanilla

Tal vez te hayas preguntado alguna vez por qué el frigorífico de la abuela duró 30 años, y el tuyo se ha estropeado antes de haber terminado de pagar la cocina. O cómo es posible que, a pesar de los avances tecnológicos, seamos capaces de comunicarnos a través de las redes sociales con gente de todo el mundo y sin embargo nuestro teléfono móvil no nos dure ni 2 años. Por qué los fabricantes son capaces de elaborar tejidos que nos protegen del frío, de la lluvia o de las altas temperaturas pero no son capaces de evitar que sigan saliendo carreras en las medias de nylon.

La obsolescencia programada

Se trata de una estrategia comercial de los fabricantes para vender más productos y se llama obsolescencia programada. Con este sistema, los fabricantes acortan premeditadamente la vida útil de un producto, de forma que tengamos que comprar otro. El origen de esta práctica se remonta a la revolución industrial.

Con los primeros avances tecnológicos la calidad de los productos se incrementaba considerablemente y, por lo tanto, aumentaba su durabilidad. Pero los grandes fabricantes cayeron en la cuenta de que si dotaban a sus productos de la máxima calidad, se produciría inicialmente un aumento de ventas, pero a la larga, ese proceso de venta se estancaría, pues el consumidor no tendría necesidad de renovar el artículo.

En el sector que más se practica la obsolescencia programada es en el de los electrodomésticos, que están diseñados para tener una vida útil de entre 4 y 8 años. Pero lo cierto es que con la actual tecnología, un frigorífico podría durar hasta 80 años.

Teléfonos móviles que quedan obsoletos tras un año y medio, reproductores de música que dejan de funcionar sin causa aparente o impresoras que se paran cuando llegan a un número determinado de copias. Pero la muerte de cada aparato está determinada desde el momento de su fabricación.

Alternativa a la obsolescencia programada

Otro caso llamativo es el de las bombillas, diseñadas para que dejen de funcionar transcurridas aproximadamente 1.000 horas de uso, cuando se ha demostrado que pueden funcionar unos 100 años. Así lo proclama al menos un empresario español, Benito Muros, que ha creado una bombilla capaz de funcionar durante 100 años, lo que le ha costado no sólo hacer frente a fuertes campañas de desprestigio, sino también a amenazas de muerte.

En su empeño por demostrar la estafa en la que los consumidores estamos sumidos, ha creado el movimiento 'Sin Obsolescencia Programada' (SOP) con el que pretende denunciar la falta de ética del actual modelo de consumo, que no sólo perjudica a la economía doméstica obligándonos a comprar nuevos productos, sino que además supone una práctica nada sostenible a nivel ambiental por la cantidad de residuos que se generan.

Con todavía una escasa repercusión en los medios, el movimiento SOP propone un nuevo modelo de producción y consumo para el que tal vez aún no estamos preparados, inmersos como vivimos en esta vorágine consumista que no podemos parar. Y para ir haciéndonos a la idea de lo que realmente supone la obsolescencia programada, nada mejor que echarle un vistazo al documental "Comprar, tirar, comprar", realizado por RTVE, que ha removido los cimientos de los grandes imperios empresariales.

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